viernes, 4 de abril de 2008

LA (IN) CULTURA DEL DEBATE

Por Luis Sexto

La intolerancia está de moda. Aun los intolerados de ayer responden intolerantemente a cuantos una vez los intoleraron o estimaron ellos que los intoleraban, que en este asunto se va siendo también difícil discernir quién intolera para defenderse o quien provoca la intolerancia para asumir el crédito del mártir o víctima. De cualquier modo, la palabra y la acción que condensa son condenables. Y su origen uno no sabe dónde hallarlo porque la Historia se jalona con las intolerancias de diverso tipo: personal, política, racial, religiosa, de clase, cultura…
Más bien el lenguaje actual la remite a la falta de convivencia entre lo disímil y a las libertades con que asumir el pensar, opinar, vestir, elegir en contraste con los patrones dominantes en un esquema social determinado.
Cerrando el orbe del análisis me gustaría ocuparme de una de las formas más comunes de la intolerancia: la incapacidad para debatir
El ensayista cubano Jorge Mañach –fallecido en 1961 en Puerto Rico- aseveró que la tendencia a reír ante lo que se desconoce o no se alcanza a comprender se relaciona periféricamente con la ignorancia y la falta de cultura o de educación, y más en lo hondo con un complejo de inferioridad que, según el autor de Indagación del choteo, tiende a compensarse, emparejarse con el que “está más alto”, mediante la risa mordaz. Ese comportamiento promedio, a veces minoritario, a veces más generalizado, dependiendo de las épocas, se empalma con la del juicio de Don Quijote que establece que es propia de mentecatos la risa que de poca causa proviene.
No es mi propósito insistir repitiendo las aproximaciones del clásico ensayo de Mañach. Lo he tomado como pretexto para lamentar –al menos hasta dónde he leído su obra- que él, que tan duraderamente registró en el “almario” nacional de Cuba, no nos hubiese entregado el ensayo sobre nuestra “cultura del debate”, o, mejor, sobre la incultura polémica que nos inhabilita para debatir razonable y respetuosamente. El propio Mañach, polemista inclaudicable, sufrió en su momento los golpes de esa deficiente altura, aunque tuvo rivales condignos: Rubén Martínez Villena, Raúl Roa, Juan Marinello, José Lezama Lima. Pero, salvo esos contendientes de parejo tamaño conceptual y estilístico, el resto de los litigios que afrontó, con más o menor grado se deslizan desde la otra esquina por el declive del insulto y, sobre todo, la anulación de los probables valores del contrincante.
Una polémica intelectual, como un juego de béisbol, no se resuelve como si se manipularan tazas de porcelana. Es decir, ha de campear la pasión, la rudeza. Pero, en el medio, regulando con el índice de la ética, el juego limpio. La decencia, palabra que, al parecer, se ha arrinconado en el glosario menos frecuente, tiene su punto central en el respeto al semejante, aunque el otro se pare en el lado opuesto a donde estoy yo. De lo contrario ocurre, como habitualmente, que resolvemos cualquier polémica confundiendo ironía con sarcasmo, humor con choteo, dureza con irrespeto. Y el mayor argumento que alzamos, como una maza, se liga con estos tópicos: no tienes la razón, porque la tengo yo, o tus opiniones no son válidas porque antes opinabas distinto. Una anécdota reciente me clarifica. Tras el campeonato de béisbol de la temporada de 2006-2007 –horno y termómetro anual de nuestra insuficiencia polémica-, un periodista de la TV en Guantánamo le adujo a un colega de la TV nacional –estaban encadenados en un diálogo- que desde la capital daban más calor al segundo lugar de Industriales que el primero del equipo de Santiago. Seamos cuerdos, quiso decir. Y el comentarista, acomodado en la banqueta de los estudios en La Habana, ripostó diciendo que le parecía raro que él dijera eso, porque cuando vivías aquí, en la capital, ibas al estadio del Cerro no precisamente a aplaudir a los orientales. A algunos les pudo resultar ingeniosa la respuesta; para las inteligencias equilibradas, en cambio, el habanero descendió unos peldaños en su profesionalidad y en sus valores humanos y éticos, al utilizar en el debate referencias personales; trapos aparentemente sucios. Tal vez esa conducta la muevan los mismos resortes que a la risa ante aquello que no se conoce o no se entiende: destripar con el ridículo a quien nos coloca en aprietos.
Y a qué causas remitir el origen de tanta extendida incapacidad para respetarnos los unos a los otros. ¿A la herencia del carácter español? ¿A los tantos años de opresión esclavista, extorsión colonial y neocolonial, de analfabetismo, peculado, corrupción política en la república de 1902?
Confieso mi insuficiencia para acometer ese buceo en lo más oscuro del carácter nacional. En la complicada trama de fibras y nervios de la psicología social del cubano, parecen mezclarse, como síntomas de los mismos defectos, reacciones diversas. El sabio Fernando Ortiz, en uno de sus trabajos juveniles, que por ello no disminuyen su valor, habla de la intolerancia del cubano a la crítica. Reaccionamos, ante cualquier opinión que evidencia nuestros errores o actitudes, de modo histérico. Femeninamente, creo que escribió don Fernando en sus Ensayos de psicología tropical, por lo cual me disculpo ante las damas por la cita. Entonces discurrían los primeros años del siglo XX. Cien años después, continuamos padeciendo de alergia a la crítica. Los que están incluso en las posiciones de gobierno y también cuantos se detienen en una esquina a mirar los celajes o se sientan en los pasillos de las instituciones culturales a mirar el mundo pasar, asumen la posición del que anuncia en un cartel, como en un libreto cómico: Que nadie me toque; yo solo puedo tocar.
Observando bien el fenómeno lo más recomendable es una actitud de apacible filosofía que asuma evangélicamente esas manifestaciones como generadas por una impericia innata, una incapacidad casi irreversible para un hecho primordial: la convivencia. La cultura y el conocimiento influyen muy poco en la corrección de ese nuestro común vivir desvivido, desocializado. Seguimos pensando que la cultura es saber muchas lenguas extranjeras, mucha historia, mucha estética. Y permanecemos vacíos de la otra cultura, a la que aludía Chésterton cuando evaluó de muy cultos a los analfabetos campesinos españoles de su tiempo. Eran cordiales, respetuosos. Poseían la letra del corazón y les bastaba para comportarse, con notas sobresalientes, en la ciencia del convivir.
La generalidad de nuestros cultos son, por lo común enemigos de la intolerancia. Cuando se sienten intolerados son afanosos zapadores que tienden, en muy justa operación, a resquebrajar la armazón de lo sectario y divisor. Pero, resuelto el problema, nadie más intolerante que el intolerado de ayer. Pasa la cuenta con la misma carpintería. Se erige en nuevo victimario. Y así todo ello se mezcla, se confunde en la batidora de las imperfecciones colectivas y personales. Falta, desde luego, humildad. Sobra soberbia. Y no existe el apego a la verdad. ¿Buscar la verdad en el debate? No, qué va. Ese que ahora dice lo que yo no pude decir cuando quise, y que entonces decía lo contrario, no está apto para decirlo. Carece de credibilidad. Ha de tener su biografía manchada…. Si yo no lo digo, él tampoco.
Y así la evolución de las ideas, el acercamiento de una posición a otra luego de la práctica, que a tantos depura, y del paso del tiempo, que tanto modifica, es anulado por la tabla rasa de un simple decreto tan dogmático como el dogma que dice condenar.

4 comentarios:

https://lamedicinadecuba.blogspot.com/ dijo...

La intolerancia en Norteamerica y Cuba tienen raices en la incomunicacion linguistica y cultural a diferencia de Europa donde se enquistan las bases del racismo desde que Grecia le llamara "barbaros" a los extranjeros.El marginalismo que criticamos en Cuba se encuentra multiplicado en el inconciente del norteamericano comun con menor acceso a la cultura pese a un mayor acceso a los medios que un cubano comun. Son contradicciones que superviven en toda el area desde la epoca que en los "carpetbbager" o compradores de terreno, se enriquecieron con la burbuja de la venta de tierras en las devastadas tierras del Su una vez asesinado Lincoln, y, en Cuba la politica de ferrea administracion, la promocion del juego, el peculado y la prostitucion por parte de Espana son simbolos marginales de nuestra identidad nacional. La diferencia reside en que el marginalismo norteamericano que hunde la economia de la Nacion actualmente, aun asi, cuenta con una infraestructura de transporte y comunicaciones de megalopolis fabulosa e incontables reservas y tributos del mundo entero como jamas lo sono el Imperio Romano, mientras que el marginalismo que divide los esfuerzos de los cubanos dentro de Cuba pone en peligro el ecosistema natural de Cuba, su mayor riqueza por el valor de los productos organicos a nivel mundial bajo certificion y el alto nivel del turismo ecologico, de salud, cultural y cientifico a que es dable la isla, sin polucion y con un sistema equilibrado por la ausencia de quimicos. Ya en Estados Unidos ni las flores huelen al acercartelas a la nariz y esd tanta la quimica en casa con jabones, desodorantes, pastas, comida rapida, matainsectos que hoy un norteamericano macho de treinta anos tiene menos nivel hormonal masculino que uno de cincuenta hace mas de treinta anos. Si el marginalismo en nuestra nacionalidad supera nuestros intentos de desarrollar la nacion, como pasa en Norteamericano, no tendremos otra opcion que convertirnos en Puerto Rico, una isla de asfalto de la cual todo el mundo emigra, para sobrevivir, por ignorantes de nuestra propia capacidad como cultura, y por irresponsables ante nosotros mismos, no por el bloqueo, ni por ningun afan imperialista historicamente fallido en casi dos siglos. No olviden que ESPARTA FUE INEXPUGNABLE TRES SIGLOS HASTA QUE LLEGO EL DINERO QUE NO CONOCIAN, NI SABIAN COMO MANEJARLO.EL DINERO TOMO A ESPARTA, NO, EL DINERO NO TOMO A ESPARTA, A ESPARTA LA TOMO LA IGNORANCIA E INCOMUNICACION DE LOS ESPARTANOS COMO PASO ON MOCTEZUMA ESPANTADO ANTE CABALLOS Y ARCABUCES QUE TOMARON POR DIOSES.

https://lamedicinadecuba.blogspot.com/ dijo...

Ya desde la epoca de Heredia y Felix Varela en Estados UNidos, se alertaba a Cuba sobre la brecha en EDUCACION Y COMUNICACIONES DE CODIGOS CULTURALES REFERENCIALES A LOS CAMPOS SEMANTICOS DE LA IDENTIDAD Y QUE LA RADIO Y LA TV ACTUAL DE CUBA DESCONOCEN SUPINAMENTE POR INCAPACIDAD DE QUIENES DIRIGEN ESTOS MEDIOS Y DEBIDO A QUE HISTORICAMENTE, EUROPA SE PREOCUPO POR BLOQUEAR A LA ARGENTINA DE ROSAS, PERO JAMAS LE PREOCUPO QUE NOS CONVIRTIERAMOS EN UN HAITI, PESE A TODAS LAS LUCES DE LA REVOLUCION FRANCESA, UN BOMBILLITO QUE ALUMBRO A NUEVA YORK Y DEJO EN LA PENUMBRA AL TRASPATIO. LA BRECHA TIENE RAIZ EN NUESTRO ENFOQUE DINAMICO DE LA EDUCACION Y LA INICIATIVA DE ONG CIENTIFICAS, TECNICAS E INGENIERAS A NIVEL DE COMUNIDAD Y LA CAPACIDAD QUE TENGAMOS EN INFORMATICA Y DESARROLLO TECNOLOGICO VALIDO. SON DOS FACTORES UNIDOS A LA PRESERVACION INMACULADA DEL ECOSISTEMA CUBANO QUE DECIDEN SI PASAMOS COMO INDIOS REBELADOS ANTE LA HISTORIA O COMO UNA SOCIEDAD DE HOMBRES DE CIENCIA.ESO NO TIENE DISCUSION, SOLO ACCION.(El resto de los problemas no deciden a la larga, los principales son educacion, aplicacion del area de fes del radio universitario e informatica en primer lugar sobre base tecnologica valida universal que cambia cada seis meses. Sin esos tres factores, lo demas se pierde...)

Walter dijo...

No creo que podamos avanzar mucho si nuestros ministros en sus informes de gestion componen melodias placenteras en el arpa que Neron uso para inspirarse cuando ordeno quemar a Roma, el marginalismo enfermizo de acariciarse el ego antes que apelar a la razon, la logica y la imaginacion creadora, es prueba de un instituto cavernicola subyacente de conservacion y sobrevivencia en la cueva donde habita la tribu, pero eso no desarrolla a Cuba, y ese, es el primer bloqueo, el de adentro. El primer enemigo, la ignorancia sobre si mismos, de no autorreconocernos en lo mal hecho, en lo erroneo y futil o en nuestras propias limitaciones, de no reconocer que hay muchas ujeres con mas merito que los hombres para digirir una empresa del tipo que sea. Sobre todo en un mundo que cuando piensa que tu eres debil te riega con napalm y agente naranja hasta que de repente se entera de todo lo contrario.

Walter dijo...

La mayoria de nuestros dirigentes ven a la cultura como la vieja estrategia de moviliacion de masas, como la mira el ICRT, una forma de "usar" la cultura como parte del engranaje. En las actuales circunstancias ese error debe ser enmendado, la cultura es la fuente a partir de la cual evoluciona la ideologia imprimiendo valores que junto al valor de la monedad nacional, motivan a la elite de la superestrucutra a incrementar el nivel de la fes. Una moneda y un ICRT por debajo de la norma internacional esta en la raiz de una elite intelectual que aplaude pero que no construye nada hacia el porvenir con su pensamiento, que no se inserta en la comunidad donde mas casos sociales existen, ni es parte integral de la actividad activa de la poblacion que en la practica solo tiene real acceso a la cultura marginal importada o seudonacional. La propia prensa plana no refleja la cultura nacional, ni la critica de cine y ballet, ni la plastica, aun con los nuevos medios digitales y esta muy lejos de reflejar la ciencia, la tecnologia y la ingenieria con dominio del tema y exposicion interactiva para que los lectores asimilen instrumentos utiles en el pensamiernto cotidiano, tienen los medios, pero no la concepcion, ?por que? Debido a que tenemos una elite intelectual adocenada a viajes, premios y distinciones con posiciones de no meterse en nada que no reciba un aplauso y asi, vamos por el mismo camino de la logica binaria, enfocandolo todo como negativo y/o positivo como hacen los talibanes del Sur de La Florida bajo la sombrillita de la guerra de Irak, sin fuente en la cultura y sin otro interes por Cuba que recobrar las tierras e inmuebles que perdieron abuelos y padres basados en la confianza a que los tienen acostumbrados nuestros propios errores, y eso le da fuerza a La Vendee en el mundo entero que nos mira como un T'oussaint L'Overture mas en un charco de miseria.