viernes, 9 de octubre de 2009

DUDO DE MI ORIGINALIDAD

Enrique Milanés León entrevista a Luis Sexto

1- ¿Cuándo, cómo y por quién descubrió Luis Sexto que el periodismo, además de objetivo y dinámico, podía ser interesante?
R- Ese fue uno de los hallazgos del lector que fui y soy. Acepto el criterio de que para escribir una cuartilla hay que leer diez cuartillas ajenas. Por lo tanto, antes que periodista fui lector, y nunca leí, ni leo, en un periódico o una revista, nada que no sea capaz de interesarme. Y la credencial de "lo interesante" se aprecia en las primeras líneas. Interesante, digo, no solo porque el tema o asunto lo sea, sino por la imaginación con que es construido y es trasegado a la expresión.
2- Tras décadas en un trabajo de todos los días y todos los minutos, ¿cree más en las fronteras o en los vasos comunicantes del periodismo y la literatura?
R.-Como diría el catalán Alberto Chillón, entre literatura y periodismo existe una larga crónica de relaciones promiscuas. Al menos, en términos generales y en ciertos géneros. Por ejemplo, si una historia periodística me la presentan en un reportaje con la inarmónica, seca y lenta forma de un informe sindical o administrativo, colmado de obviedades, ya empiezo a desencantarme. Y si ello me ocurre a mí, que leo casi por obligación, cuántos lectores más se sentirán aburridos ante esa prosa notarial que suele creerse como la ideal para el trabajo informativo. El periodismo es un ejercicio de cultura que parte del mestizaje cultural, es decir, no solo saber de técnica periodística, sino de todo lo demás que convierta al periodista en una especie de sujeto del Renacimiento. Por tanto, para hacer creadora la legítima promiscuidad entre literatura y periodismo hace falta un desván atestado de experiencias vitales y de lecturas. Esa ha de ser la norma profesional por una parte; por la otra, el resultado tendrá también, como es lógico, un componente personal de facultades, talento, aptitudes. Por ello, en el ejercicio del periodismo se ha de aspirar a calzar botas de siete leguas, para poder usar cómodamente los zapatos que corresponden a mis pies.
3- Con sus textos, clases, palabras y hasta silencios fecundos, usted se ha involucrado en las polémicas teóricas sobre periodismo, literatura, y periodismo literario, pero más que todo, ha firmado una obra de calidad en esas tres áreas, ¿no cree que luego de tantos años de debates cabría esperar una mayor cantidad de exponentes de ese periodismo en el país?
R.- No me parece posible por ahora esa cosecha. Muchas barreras la han impedido. En primer término, el paternalismo. Todavía creemos que hay que atemperar el estilo y la técnica a los "lectores" más rezagados, como si esos "lectores" en verdad leyeran. Alguien una vez me escribió criticando que yo usaba palabras muy raras, y citaba el término peyorativo. "Yo, que tengo dos títulos universitarios, decía airadamente el lector, no sé qué significa esa palabra". Me parece, pues, que no hay que culpar al periodista; más bien, al lector, que no se inquieta por incrementar el saber que le validan sus títulos, y a la Universidad, que gradúa alumnos por dos veces sin que sepan qué significa "peyorativo". Además, la falta de espacio ha limitado la extensión del periodismo literario. Por último, mientras que tengamos una concepción del periodismo subordinado a la propaganda, y no se imponga el equilibrio entre lo importante y lo interesante, y le sea reconocido al periodismo su papel activo en la creación de la opinión pública y como promovedor de cultura, seguirá predominando ese "espíritu de cobrador de cuentas"que decía Miguel Ángel de la Torre que distinguía a sus colegas en la década de los 1920. Tengamos presente, también, que el periodismo literario es, además, signo de vocación, inquietud, talento. Es decir, es prerrogativa individual. Y estos que mencionamos y reconocemos en Cuba hoy son los que podemos mencionar y reconocer. Justamente.
4- Según mi manera de apreciarlo, el Premio Nacional de Periodismo José Martí, que le fue concedido, reconoce no sólo los méritos de un gran profesional -tenemos muchos- sino también el brillo de un tipo de periodismo que no abunda tanto. ¿Usted se atrevería a ver este Premio propio, además, como un estímulo adicional a que otros sigan ese reporterismo de más vuelo de que hablamos?
R.- Tienes razón. Creo que esta vez el Premio José Martí no se caracterizó tanto por premiar a un periodista como por reconocer y estimular un tipo de vocación y de ejercicio periodístico. Un periodismo negado a ser una especie de acta del acontecer; un periodismo que parte de la convicción de que debe disponer de un espacio en la sociedad, como una visión sesgada que, desde el mismo balcón, sea capaz de completar la visión frontal que suele caracterizar a la política. Es decir, en lo particular he creído que yo también tengo una opinión, aunque no coincida con quienes toman las decisiones. Y como la tengo, he de decirla en el medio donde mi crédito posee franquicia. Y he de decirla, no como la dicen los políticos, sino, aunque a la larga coincidamos, como exige la relación entre periodista y lector: una forma que interese y atraiga, despegue y se eleve. No sé… pero pensar de otra manera equivaldría desconocer a Martí. Las ideas del Maestro son también todavía tan hermosas y verdaderas, porque aún esta vigente la forma con que las arropó. Como dijo uno de mis escritores predilectos desde la adolescencia, León Bloy: la forma no es un lujo, porque la verdad necesita siempre estar en la gloria.
5- El periodismo literario, que usted prefiere llamar personal, es quizás el tema más atractivo en la formación de pregrado y posgrado, en cambio en la práctica se sigue percibiendo como un terreno para "elegidos". Usted, que es uno indiscutido, ¿cómo evalúa las competencias profesionales de los colegas cubanos para hacer un periodismo de filas, pero también de autor?R.- Quizás no sea tan "indiscutido". Incluso, al leer el acta del José Martí, el Jurado me otorgó el Premio por mayoría; es decir, fui discutido, lo que me exalta: no fue, así, tan fácil. Hubo candidatos que aspiraron con fuerza en sus méritos. Y a mí me parece que un buen rival te enaltece hasta en la derrota. Pero, ateniéndome a tu pregunta, creo haberte dicho las razones por las cuales el periodismo personal o literario se abroquela en individualidades. Hay que tener en cuenta las facultades personales; por otra parte, cuando en las universidades se habla de periodismo literario, el alumno de pregrado ya ha asimilado un concepto tradicional del periodismo, con lo cual no hay tiempo académico para hacerles ver que el periodismo personal implica negar lo aprendido para poder enriquecerlo. Sin embargo, mi experiencia docente confirma que entre 40 alumnos, unos tres o cuatro tienen inclinación para trascender por el uso de formas más creadoras. No creo que por ahora podamos aspirar a más. No es desdeñable el valor de la individualidad. El talento parece, por momentos, una fruta en extinción.
6- La polémica es un surco generoso. Aquí, allá y acullá, no pocos han visto al periodista y al periodismo como hijos ilegítimos de la literatura; incluso determinados proyectos literarios de reporteros parecen llevar carátulas pesadas para eventuales editoriales. Pero en las redacciones tampoco escasean quienes ven como una falta que el reportero se interese por comunicar con un estilo que sobreviva, por ejemplo, el ejemplar del periódico. ¿De qué se trata este instinto de mutilación de calidad?
R.- Me parece que ya te he respondido, en parte, esa pregunta. Abundo. El clima creador de una redacción depende de los editores, los cuadros. En la teoría de la dirección se establece que el 80 por ciento de lo que sucede en una empresa es atribuible a los que dirigen. Y desde Maquiavelo para acá se sabe que un conglomerado humano será lo que sus dirigentes hagan de él. Por lo tanto, a editores con un concepto plano del periodismo, ha de corresponder un periodismo plano en ese medio. Solo sobresalen los herejes que, con su obra tozuda y paciente, llegan a ser aceptados. Incluso premiados.
7- Su obra, aguda, polémica y comprometida, demuestra que el periodismo literario no es mero ornamento y que belleza no es debilidad. ¿Qué les diría a quienes quieren servida la mesa de la crítica con pan pan y vino vino, sin mantequilla ni bouquet?
R.- Que no saben cocinar, ni comer.
8- Más allá del paso por ese puente mágico que es la crónica -si se ha construido bien-, ¿qué coincidencias del lector de noticias y el lector de novelas pueden y deben aprovechar los periodistas y los escritores de ficción para llegar al público con una verdad elegantemente planteada y una ficción que comunique eficazmente?
R.- El hombre como especie tiene la facultad de reconstruir lo vivido. Por ello existe la historia. Y ese privilegio de tener memoria y evaluar y reproducir lo vivido, alimenta el arte de la plástica, la literatura, incluso la música. El juglar acompañó el desarrollo de la civilización. Y entre juglar y periodista hubo poca diferencia. Por tanto, para no hacer pesadas estas palabras, el periodista ha de contar su noticia de la forma más vívida posible, cuando la noticia merezca convertirse en una novela breve y apasionante. Hoy recordamos y elogiamos a Kapuscinski, a García Márquez, a Hemingway, a Norman Mailer, a Pablo de la Torriente, a John Reed, a Alma Guillermo Prieto, a Joan Didion, porque supieron o saben "contar la historia como novela y la novela como historia", de acuerdo con el principio de Mailer.
9- Pese a que su originalidad está fuera de toda duda, ¿a la de qué escritor le gustaría se asemejara, de alguna manera, su obra periodística?
R. No, mi originalidad no está fuera de toda duda: yo dudo de ella. Y por lo tanto sigo deseando que mi obra tenga la pasión y la valentía de León Bloy; la precisión de Hemingway; la imaginación de García Márquez; el estilo musical de Jorge Mañach; la audacia de Pablo de la Torriente Brau. Y la sinceridad de Luis Sexto, que es es el único mérito que me tolero.
10- Y a su literatura, ¿qué valores le colocaría del periodismo de un colega?
R.- Para hablar de colegas actuales diría que el uso de los adjetivos de Jorge Garrido; la síntesis de Argelio Santiesteban; el desenfado de Rolando Pérez Betancourt; la capacidad fabuladora de Leonardo Padura; el rigor estilístico de Eduardo Montes de Oca.
11- ¿Qué razones daría para estos préstamos?
R. Una razón principal: eso que reconozco en ellos, a mí me falta.

Nota: Enrique Milanés León es periodista; radica en la ciudad de Camagüey.

No hay comentarios: