Por Luis Sexto
Me he detenido en mi viaje. Toco la nieve. Miro en torno… Y cuando el viajero se encuentra entre picachos nevados en Los Andes o atraviesa el altiplano observando la llanura interminable, apenas sin vegetación y salpicada aisladamente por una choza de adobe o un rebaño de llamas o alpacas, puede intuir que está en el sitio donde comenzó el mundo. Siente recónditamente un olor a antigüedad y percibe la atmósfera de la primigenia desolación.
El viajero está también más cerca del sol. Porque hablamos de alturas de 3 000 ó 5 000 metros. Quizás por haber habitado un medio geográfico montañoso, los incas creyeron proceder de la luz. Inca, nombre dado a su jefe o emperador, significa hijo del sol. Viracocha, el dios creador, luego de destruir con un diluvio en un gesto de ira a sus primeras gigantescas criaturas, permitió que una pareja sobreviviera. De ellas partió la nueva raza, amasada con barro al igual que los animales. Antes creó la luz. Pero el astro del día brillaba menos que esa señora que alumbra las noches, y Viracocha, al percatarse de los celos del sol, arrojó una poco de ceniza a la luna. Ese es el Génesis del incario.
La leyenda justifica al parecer el concepto que los incas, que hablaban una lengua no escrita llamada quechua, tenían de su destino como pueblo. Presumían de ser superiores, hombres escogidos para conquistar y gobernar a sus vecinos. Y hacia 1450 los incas o capaccuna, como ellos se nombraban en el principio, sometieron totalmente a los chochapoyas, los chimú y otras tribus andinas, reputadas de “salvajes” y por tanto merecedoras de vivir bajo la égida civilizadora de los hijos de la luz. Trescientos años después de que Manco Cápac y su hermana Mama Ocllo edificaron el Cuzco por mandato del dios Sol, que les ordenó ir hacia “la tierra prometida” y levantar en ella una nación, el imperio se extendía desde el sur de Colombia hasta el río Maule, en Chile, y comprendía también a Ecuador, Perú y Bolivia. Geográficamente lo integraban las mayores alturas de los Andes, más una zona selvática, lluviosa, llamada “yungas”, y el desierto de la costa del Pacífico, en una franja que sumaba más de 3 000 kilómetros de norte a sur, y más de 800 de este a oeste.
Más de cinco millones de aborígenes se inscribían en el sistema imperial del incanato. Desde el Cuzco, la capital, partían cuatro caminos hacia los distintos suyos, nombre de las cuatro regiones o partes que componían el imperio. Cinco mil kilómetros de vías empedradas y un sistema de chasquis -mensajeros que cada dos kilómetros se relevaban en postas de correo- mantenían al orbe incaico en comunicación.
Los incas no fundaron la única cultura sobresaliente en Los Andes. Durante 3 200 años los tihuanacotas vieron en áreas de la actual Bolivia. Emergieron 2 000 años antes de Cristo y se extinguieron durante su etapa de expansión, 12 siglos después de nuestra era. Su desaparición es todavía inexplicable. Cómo, por qué, preguntan los historiadores. Y el escritor Antonio Paredes, mientras vendía sus libros en el Prado de la capital boliviana, unos meses antes de su muerte reciente, aseguró a este periodista que ese “es un misterio que nunca podrá ser esclarecido”. Solo dejaron, aparte de objetos de alfarería o tallados en arenisca o basalto y algunas momias, el centro ceremonial de una ciudad, Tihuanacu, a 70 kilómetros de La Paz, cerca del lago Titicaca.
El viajero, en medio del altiplano, batido por un viento frío, a 3 845 metros de altitud se estremece con la expresiva soledad de estos muros. Dentro, monolitos de rostros cuadrados, sin relieve, o estatuas de solemnes semblantes custodian los secretos de aquella civilización perdida. Y se asombra también el viajero ante la Puerta del Sol, con un calendario grabado sobre el dintel, como prueba de que los tihuanacotas dominaban el movimiento del tiempo, que un día, tal vez por obra de un cataclismo climático, se acabó para ellos.
Los pueblos andinos poseían cada uno su idioma y sus costumbres. Los emperadores incas, sin embargo, impusieron su lengua y su ley: “Ama sua, ama llulla, ama chekila”. Tres preceptos que favorecían el orden: No robes, no mientas, no seas perezoso. Solo el cultivar las mismas plantas o tubérculos y comer la misma carne unía a las tribus de la región. La papa y el maíz, que conservaban como “chuño” o alimento disecado; el ají, el tomate, la papaya, y el “charqui”, tiras secas de la carne de la llama, uno de los camélidos que sirven de bestias de carga en las alturas.
El trabajo favoreció la expansión imperial de los incas. Guerreaban con valentía e ingenio, sus cabezas cubiertas de cascos emplumados. Pero trabajaban y gobernaban mejor. Comunitariamente. Alegremente. Como si afrontaran una batalla. Los cantos de labor les alentaba el ánimo mediante la confianza en el triunfo: “¡Victoria Victoria!/ Aquí torciendo la cuerda,/ Aquí la cabuya,/ Aquí el sudor,/ Aquí el afán.” Y de otro sitio, un coro respondía: “¡Trabajad, hombres, trabajad.” Al escasear las áreas agrícolas construían terrazas, muros de piedra llenos de tierra, y si el agua faltaba, porque el dios del Trueno no la propiciaba, la hacían bajar de las cumbres conducida por acueductos.
El Cuzco resplandecía bajo el sol difundiendo reflejos dorados. Las paredes de sus palacios, de un piso o dos, se levantaron con piedra finamente labradas, unidas con un tacto que hacía invisible la costura de los albañiles. El techo se cubría de paja, y entre la paja hilos de oro. Las casas de los ciudadanos comunes se fabricaban de piedras, con junturas de barro, y con barro se repellaban y luego se pintaban. El agua potable venía a la ciudad a través de tuberías también de barro. El pueblo disponía de baños y retretes.
Eran maestros en la arquitectura. Las ruinas de Macchu Picchu, una especie de ciudad fortaleza aledaña al Cuzco, perduran aún para ilustrar porqué la vida y la obra de los incas componen una de las principales civilizaciones humanas, sobre la herencia remotísima de los hombres que, procedentes de Asia, llegaron a América por el Estrecho de Bering, en el norte, hace más de 40 000 años.
La sociedad incaica y las tribus sometidas vivían uniformemente, en un régimen colectivo, soldado por el parentesco. El imperio todo lo preveía: el tiempo de inclinarse sobre la tierra para plantar o para cosechar; el momento en que la madre debía llorar y el hijo debía casarse. El gobierno incluso obligaba al matrimonio y si alguien no hallaba su pareja, oficialmente se le asignaba una mujer, cuyo instantes ocio, después de otras labores, se invertía desde niña en hilar y tejer la lana.
Después de haber creado al inca, Viracocha vino a la tierra para confirmar que sus hijos lo obedecían. Pero no lo reconocieron en la figura de aquel anciano que caminaba apoyándose en un bastón. En un lugar lo apedrearon por creerlo extranjero. Y el dios creador cedió a la furia; echó fuego sobre las rocas. La gente, temiendo morir, suplicó perdón. Viracocha rectificó benignamente. En el Cuzco le erigieron un templo. El dios partió hacia el norte donde se despidió de su pueblo. Y se adentró en el océano Pacífico caminando sobre las aguas.
Más tarde, en 1525, apareció el hombre blanco, alineado entre las huestes de Pizarro. Y por los caminos del imperio corrió en los pies de los chasquis una noticia terrible:
-Viracocha ha vuelto.
Empezaba el fin.
Me he detenido en mi viaje. Toco la nieve. Miro en torno… Y cuando el viajero se encuentra entre picachos nevados en Los Andes o atraviesa el altiplano observando la llanura interminable, apenas sin vegetación y salpicada aisladamente por una choza de adobe o un rebaño de llamas o alpacas, puede intuir que está en el sitio donde comenzó el mundo. Siente recónditamente un olor a antigüedad y percibe la atmósfera de la primigenia desolación.
El viajero está también más cerca del sol. Porque hablamos de alturas de 3 000 ó 5 000 metros. Quizás por haber habitado un medio geográfico montañoso, los incas creyeron proceder de la luz. Inca, nombre dado a su jefe o emperador, significa hijo del sol. Viracocha, el dios creador, luego de destruir con un diluvio en un gesto de ira a sus primeras gigantescas criaturas, permitió que una pareja sobreviviera. De ellas partió la nueva raza, amasada con barro al igual que los animales. Antes creó la luz. Pero el astro del día brillaba menos que esa señora que alumbra las noches, y Viracocha, al percatarse de los celos del sol, arrojó una poco de ceniza a la luna. Ese es el Génesis del incario.
La leyenda justifica al parecer el concepto que los incas, que hablaban una lengua no escrita llamada quechua, tenían de su destino como pueblo. Presumían de ser superiores, hombres escogidos para conquistar y gobernar a sus vecinos. Y hacia 1450 los incas o capaccuna, como ellos se nombraban en el principio, sometieron totalmente a los chochapoyas, los chimú y otras tribus andinas, reputadas de “salvajes” y por tanto merecedoras de vivir bajo la égida civilizadora de los hijos de la luz. Trescientos años después de que Manco Cápac y su hermana Mama Ocllo edificaron el Cuzco por mandato del dios Sol, que les ordenó ir hacia “la tierra prometida” y levantar en ella una nación, el imperio se extendía desde el sur de Colombia hasta el río Maule, en Chile, y comprendía también a Ecuador, Perú y Bolivia. Geográficamente lo integraban las mayores alturas de los Andes, más una zona selvática, lluviosa, llamada “yungas”, y el desierto de la costa del Pacífico, en una franja que sumaba más de 3 000 kilómetros de norte a sur, y más de 800 de este a oeste.
Más de cinco millones de aborígenes se inscribían en el sistema imperial del incanato. Desde el Cuzco, la capital, partían cuatro caminos hacia los distintos suyos, nombre de las cuatro regiones o partes que componían el imperio. Cinco mil kilómetros de vías empedradas y un sistema de chasquis -mensajeros que cada dos kilómetros se relevaban en postas de correo- mantenían al orbe incaico en comunicación.
Los incas no fundaron la única cultura sobresaliente en Los Andes. Durante 3 200 años los tihuanacotas vieron en áreas de la actual Bolivia. Emergieron 2 000 años antes de Cristo y se extinguieron durante su etapa de expansión, 12 siglos después de nuestra era. Su desaparición es todavía inexplicable. Cómo, por qué, preguntan los historiadores. Y el escritor Antonio Paredes, mientras vendía sus libros en el Prado de la capital boliviana, unos meses antes de su muerte reciente, aseguró a este periodista que ese “es un misterio que nunca podrá ser esclarecido”. Solo dejaron, aparte de objetos de alfarería o tallados en arenisca o basalto y algunas momias, el centro ceremonial de una ciudad, Tihuanacu, a 70 kilómetros de La Paz, cerca del lago Titicaca.
El viajero, en medio del altiplano, batido por un viento frío, a 3 845 metros de altitud se estremece con la expresiva soledad de estos muros. Dentro, monolitos de rostros cuadrados, sin relieve, o estatuas de solemnes semblantes custodian los secretos de aquella civilización perdida. Y se asombra también el viajero ante la Puerta del Sol, con un calendario grabado sobre el dintel, como prueba de que los tihuanacotas dominaban el movimiento del tiempo, que un día, tal vez por obra de un cataclismo climático, se acabó para ellos.
Los pueblos andinos poseían cada uno su idioma y sus costumbres. Los emperadores incas, sin embargo, impusieron su lengua y su ley: “Ama sua, ama llulla, ama chekila”. Tres preceptos que favorecían el orden: No robes, no mientas, no seas perezoso. Solo el cultivar las mismas plantas o tubérculos y comer la misma carne unía a las tribus de la región. La papa y el maíz, que conservaban como “chuño” o alimento disecado; el ají, el tomate, la papaya, y el “charqui”, tiras secas de la carne de la llama, uno de los camélidos que sirven de bestias de carga en las alturas.
El trabajo favoreció la expansión imperial de los incas. Guerreaban con valentía e ingenio, sus cabezas cubiertas de cascos emplumados. Pero trabajaban y gobernaban mejor. Comunitariamente. Alegremente. Como si afrontaran una batalla. Los cantos de labor les alentaba el ánimo mediante la confianza en el triunfo: “¡Victoria Victoria!/ Aquí torciendo la cuerda,/ Aquí la cabuya,/ Aquí el sudor,/ Aquí el afán.” Y de otro sitio, un coro respondía: “¡Trabajad, hombres, trabajad.” Al escasear las áreas agrícolas construían terrazas, muros de piedra llenos de tierra, y si el agua faltaba, porque el dios del Trueno no la propiciaba, la hacían bajar de las cumbres conducida por acueductos.
El Cuzco resplandecía bajo el sol difundiendo reflejos dorados. Las paredes de sus palacios, de un piso o dos, se levantaron con piedra finamente labradas, unidas con un tacto que hacía invisible la costura de los albañiles. El techo se cubría de paja, y entre la paja hilos de oro. Las casas de los ciudadanos comunes se fabricaban de piedras, con junturas de barro, y con barro se repellaban y luego se pintaban. El agua potable venía a la ciudad a través de tuberías también de barro. El pueblo disponía de baños y retretes.
Eran maestros en la arquitectura. Las ruinas de Macchu Picchu, una especie de ciudad fortaleza aledaña al Cuzco, perduran aún para ilustrar porqué la vida y la obra de los incas componen una de las principales civilizaciones humanas, sobre la herencia remotísima de los hombres que, procedentes de Asia, llegaron a América por el Estrecho de Bering, en el norte, hace más de 40 000 años.
La sociedad incaica y las tribus sometidas vivían uniformemente, en un régimen colectivo, soldado por el parentesco. El imperio todo lo preveía: el tiempo de inclinarse sobre la tierra para plantar o para cosechar; el momento en que la madre debía llorar y el hijo debía casarse. El gobierno incluso obligaba al matrimonio y si alguien no hallaba su pareja, oficialmente se le asignaba una mujer, cuyo instantes ocio, después de otras labores, se invertía desde niña en hilar y tejer la lana.
Después de haber creado al inca, Viracocha vino a la tierra para confirmar que sus hijos lo obedecían. Pero no lo reconocieron en la figura de aquel anciano que caminaba apoyándose en un bastón. En un lugar lo apedrearon por creerlo extranjero. Y el dios creador cedió a la furia; echó fuego sobre las rocas. La gente, temiendo morir, suplicó perdón. Viracocha rectificó benignamente. En el Cuzco le erigieron un templo. El dios partió hacia el norte donde se despidió de su pueblo. Y se adentró en el océano Pacífico caminando sobre las aguas.
Más tarde, en 1525, apareció el hombre blanco, alineado entre las huestes de Pizarro. Y por los caminos del imperio corrió en los pies de los chasquis una noticia terrible:
-Viracocha ha vuelto.
Empezaba el fin.
6 comentarios:
Es cierto que el espíritu sale y vuela en busca de un reposo merecido. Se hace necesario salir del mundanal bullicio, porque despés de todo, una vuelta al pasado ningun mal nos hace.
Ya Rousseau nos habia indicado de la excelencia de aquel mundo primitivo.
Y son tanto los problemas actuales que hay que tomar el descanso merecido sin que por eso seámos catalogados como evasivos ante las realidades del momento.
Creo que el meollo del asunto está dado en la predisposición de la espera y la confución que sufrieron estos hombres primitivos.Así toda confución es peligrosa.Tenemos que estar ciertos de qué es lo que esperamos y si lo que esperamos cumple con nuestras expectativas.Viricocha nunca voverá del Norte.
Sr Sexto
discrepo en algunos puntos con usted....aqui les van
1-no creo que Miami sea una ciudadela,,es todo una CIUDAD..centro cultural,politico,financiero,deportivo y un largo etc..para orgullo de todos los cubanos y de otros pueblos..pues aca viven gente de todos los confines...creo que esta desinformado al respecto..solo vea los numeros o las fotos de la misma
2--la juventud cubana se va y se seguira iendo para donde sea..lo mismo le sirve Ecuador,Espana,que Australia,Haiti..el lio es salir pa donde se pueda..no solo USA...
3--eso de cambiar lo caduco pero sin comprometer el poder revolucionario--me parece un verdadero disparate..(con todo respeto)...si un funcionario,ley,empresa o lo que sea no cumple,no rinde,no resuelve--tiene que ser sustituido por otro mejor.. revolucion es cambiar lo que tiene que ser cambiado--y le pongo el ejemplo clasico..fidel castro es el primer secretario del pcc...usted cree que a base de reflexiones exporadicas se dirige una sociedad ,una empresa,un partido o lo que sea??....
4- tampoco creo que el estado tenga una mano tan dadivosa que digamos....todo lo que supuestamente te dan gratis o a precios preferenciales por algun lado te lo cobran...ya sea pagandote una miseria por el resto de tu vida,o pagandote 7 pesos al mes en el servicio militar obligatorio o si estas en una mision quedandose con un porciento altisimo de tu contrato..
.es mi hulmide opinion
-----un abrazo
sábado 7 de noviembre de 2009
Creo que el comentario del Sr. Tato corresponde al trabajo sobre los olores que aparace en este mismo blog.
No creo correcto que si le preguntan a Pedro conteste Juan, no obstante daré mi opinión sobre las interrogantes de Tato aunque sea someramente.
Miami es una ciudad desde el punto de vista político- administrativa. y arquitectónicamente es bella y armoniosa.
Pero es una ciudadela en cuanto a su alboroto,desorden y tránsito de muchos males.Uno de ellos es la intransigencia.la verborrea radial alienante, el fraude del medicare y todo tipo de irracionalidad en lo tocante al tema de Cuba,y otros muchos ctc más..
Sobre la salida de los cubanos de la Isla hacia Miami y otros países,Ya el autor del artículo dá su opinión y demanda la atención necesaria para que se den las condiciones internas necesarias para que tal "tentación"no siga probocando el éxodo de los cubanos.
Lo que yo pienso sobre este trabajo,analítico y enjundioso,es que pudiérase clarificar sobre lo que se quiere decir con el asunto del trabajo como fuente de la solución al problema de las salidas.Yo creo que no se puede confundir trabajo con salario, porque muchas veces el salario no es suficiente en si mismo para garantizar una vida medianamente regular.
Para que la persona no esté a la espera,cual pichon, como se ha dicho,tiene que tener la posibilidad de liberar toda su energía creativa y empresarial. lo cual no está reñida de ninguna manera con el socialismo.Como se podrá observar en el trabajo, publicado en Juventud Rebelde:"Le sumba el mango" una cierta cadena de distribución se rompió por falta de transporte,combustibles, paletas ctc y el pueblo se
quedó sin mangos en la parte oriental de Cuba.Muchos recordaran como en las bodegas de la Habana se perdia el berro al no haber hábito de su consumo,perdiéndose de una manera miserable comustible, y horas hombres de trabajo.Pero las metas de distribución de berro se cumplían.Muchas de esas cosas relajan la moral socialista o mejor dicho, la moral del socialista.pues la moral si se adjetiviza pierde su significado a la sombra de la ideologización, sea esta cristiana,capitalista o de otra cualquier naturaleza.
Si estas distribuciones fueran implementadas racionalmente y se pusieran en manos de pequenos comerciantes sin intermediarios estatales entonces los resultados serian más eficientes.Ya hemos visto como se ha vuelto a la distribución de la leche casa por casa a la antigua.
Es cierto que la solución de los problemas de Cuba no vendrán del Norte y del petróleo que subyace en las entrañas de la tierra, la solución está en la liberación de toda la potencilidad creativa del cubano.Vivir para ver.
Rev Leonides Penton Amador
A mí también me extrañó que apareciera en el trabajo que no le corresponde, pero cuando di la orden de publicarlo, hice lo correcto. Tal vez sea un error técnico. Le sugiero a Tato que lo repita en el trabajo de los olores, y Mano amiga también puede hacer lo mismo. Y que todo sea por un debate honrado y con altura. Saludos, Luis Sexto
Ahora respondo algunos puntos: cuando usé el término ciudadela no fue en el sentido de ciduad pequeña, sino en su acepción de fortaleza medieval. Debo aclarar que no solo he visto a Miami en fotos, sino que vivié cinco meses en esa ciduad entre 1998 y l999. Por lo tanto, algo conzoco de esa ciudad del primer mundo gobernada por gente del tercero. Supe, desde leugo, distinguir los que aborquelan en la ciudadaela de la contrarrevolución y se enriqeucen o la pasan bien con las dádivas de los fondos federales, y los miles de emigrantes, trabajdores honrados que la han convertido al antiguo balneario en una pujante ciudad. Hay siempre que distinguir, entre emigrante económico y exilaido político. No todos los que resdiden allí son exiliados, sino emigrantes. Contra estos, nada digo, salvo defender su derecho a emigrar. Con respeto a los demás, los que habitan en la ciudadela, conservo muchas dudas y también muchas deudas a mi favor. Quién conoce la historia de Cuba, no puede confiar en todo aquel que emplea la palabra libertad o democracia cuando ellos al gobernar nunca la aplicaron. Al parecer, desde la impunidad, la retórica romántica suena bellamente. Gracias al Sr. Tato por sus discrepancias; las respeto con los ehchos: dándole cabida en mi casa. Saludos, Luis Sexto
Tiene una gran vigencia la frase de Marco Tulio Cicerón, cuando dijo;"La verdad se corrompe tanto con la mentira como con el silencio".Cuando se dice que en Cuba el año pasado cometió el delito de ejecutar extrajudicialmente a 50 personas,se está diciendo una mentira, aunque lo diga una organización contestataria al gobierno de Cuba,y lo publique el Nuevo Herald de Miami.Por otra parte cuando se declara por la UNICEF el trato correcto en benericio de los niños cubanos, y el Nuevo Herald Guarda silencio sobre esta declaración,también se trata de corromper la verdad,con el silencio.
Yo creo que una persona que usa un blog, lo que hoy es una ventana informativa al mundo,debe ajustarse a la verdad y buscar sobre todo, el bien supremo de la patria, en base a razones,y a la verdad objetivamente comprobable.
Cuando Filipo de Macedonia dijo:"No hay fortaleza inespugnable si puede subir a ella un mulo cargado de oro"no se equivocó,pues el amor al dinero, como dijo el apostol Pablo,"es la raiz de todos los males",y cuando un bloguero,lo es en base al dinero que reciba de fuentes conocidas o desconocidas, deviene en mercenario de la pluma,o del ciber espacio.
Yo creo en el derecho de toda persona a escribir sobre temas divinos o humanos, pero en base a la verdad y solamente a la verdad,
Crear la aureola de mártir en ciertas personas es ya un substerfugio más que conocido.
Rev Leonides Penton Amador
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