domingo, 23 de mayo de 2010

AVISOS DE OCASIÓN



Por Luis Sexto
No hay periodismo falto de imaginación, sino periodistas escasos de imaginación. Y si una colección de enunciados periodísticos soportan un libro, habrá, pues, que concluir, en palabras un tanto vagas, pero inteligibles, que es buen periodismo. O algo mejor. El propio autor del libro que comento ahora ha dicho que hemos tenido que aceptar que las memorias, los reportajes, hasta la propaganda son categorías de arte. Desde cuándo habremos tenido que aceptarlo. Quizás Lisandro Otero (La Habana, 1932-2008) se haya referido a la actualidad, tiempos de literatura kleenex, esto, combustible, desechable, aunque me parece que el propio autor tuvo en cuenta que desde hace mucho se ventila una polémica bizantina entre literatura y periodismo, en la que esa que los tratadistas llaman formación estilística de arte o de creación le niega la sal y el agua a la formación estilística de trabajo informativo. Lisandro, sin embargo, ha renunciado a las cucharadas del orgullo que atiza este debate y ha sabido tomar el partido más justo: el de combinar lo literario y lo periodístico.

Conozco a pocos escritores que hayan sabido guardar lealtad a la literatura y al periodismo. Desde muy joven, Lisandro halló en el periodismo un modo precario de ganarse la vida –y eso no lo demerita sino define a la época en que cuajó su vocación literaria. Pero se dedicó sobre todo al periodismo para –según un término de Tomás Eloy Martínez- “ganar la vida”. Y ganó, además, un campo de aprendizaje, un medio donde mezclarse con la realidad ejerciendo un acto de servicio público. Más tarde, el autor de reportajes, se convirtió en novelista. Podríamos decir con Tom Wolfe, que Lisandro calentó sus motores en ese molde periodístico –el reportaje-, que asumido creadoramente se convierte en antesala del cuento o de la novela. “La Situación”, “Pasión de Urbino”, “Temporada de Ángeles”, “El árbol de la vida”, novelas conocidas que presentan y representan a Lisandro Otero. Pero, paralelamente, puedo recordar a “Trazado”, “Razón y fuerza de Chile”, “En busca de Viet Nam”, “ZDA”, libros de periodismo que igualmente recomiendan a su autor y que todavía mantienen vigencia.

Y mantienen vigencia porque, aunque su contenido haya sido superado por la acumulación sucesiva de años y hechos, a los lectores les queda la opción de degustar la forma y la profundidad del análisis y los datos. Lisandro Otero confirma lo que demostraron José Martí, Víctor Hugo, Pablo de la Torriente Brau, Onelio Jorge Cardoso, Roberto Arlt Gabriel García Márquez, Miguel Bonazzo o el recién fallecido Rysiard Kaspuschinski: que el periodismo, por fuerza de sus urgencias, de sus inmediatas funciones informativas, no tiene que ser superficial, banal, o basto. El periodismo –iba a decir el periodismo más apto, más zahorí- cuando se percata de que los instrumentos tradicionales no bastan para componer un documento que ahonde hasta los instestinos en un tema actual, acude a los préstamos de la literatura. Y de esa dialéctica cooperación, proviene el periodismo literario, tan actual como antiguo.

En fin, Lisandro Otero es también un periodista que emplea su aptitud y su saber literario. Podría él suscribir, con Octavio Paz, que no lo desacredita escribir cuartillas para periódicos, porque ha aspirado a escribir prosa de creación con “la ligereza, el magnetismo y el poder de convicción de un buen artículo de periódico” y ha escrito artículos de periódico “con la espontaneidad, la concisión y la transparencia de un poema”. El libro que hoy presentamos, pues, ha sido escrito al fluir de los días, respondiendo a las demandas noticiosas del mundo de la cultura, la literatura y el arte. Al leerlo, el lector no enterado de lo sucedido en los últimos años o el que ya olvidó un título sepultado entre rimeros de periódicos y revistas, encontrará una información que, trascendiendo el olor a cosa envejecida, como son los periódicos incluso acabados de salir, ofrece una actualidad fresca sobre acontecimientos y personajes.

Para concluir esta presentación, que me honra como periodista, lector y amigo de Lisandro, debo referirme al género a que se ajustaron las prosas de estos “Avisos de ocasión”. Avisos, sí, porque el periodista es avizor. Y también yo he de avisar. He de avisar que lo más arduo al evaluar enunciados periodísticos resulta precisarles el género. Como sabemos, los géneros responden a intenciones. Y las intenciones son libres –muy libres- y por lo tanto se mezclan, se revuelven. En este libro encontrará el lector crónica: habrá siempre un detalle subjetivo, lírico que, a pesar de la objetividad con que Lisandro escribe, se inserta en la crónica, ese esquema que no se sujeta a esquemas, y que por ello Lisandro lo trasciende.

Como trasciende también la reseña. Desde luego, las dificultades para determinar los géneros, propician que los teóricos y los manualistas gocen de su zafra. Y apreciamos que hoy surgen nombres desde cualquier lado de nuestro ejercicio: periodismo investigativo, interpretativo, de precisión, etcétera, siendo todos, en definitiva, resultado de un periodismo creador. A Lisandro le corresponde, a mi parecer, también uno de estos nuevos nombres: el de periodismo ensayístico. Porque, además de las calidades estilísticas clásicas del periodismo –claridad, concisión e interés-, Lisandro se acerca a la realidad noticiosa desde el mirador de las ideas y con la libertad de quien juzga los datos fundamentales del tema sin pretender ser un especialista. Y, según creo, esa es la actitud del ensayista, a quien no le está vedado el periodismo, ni ha de avergonzarse por escribir unas prosas urgentes y urgidas que, al cabo, tienen más de una vida cuando se entregan con oficio y alma.

Este, por tanto, es un libro para subrayar. Claro, intento no hacer el ridículo de recomendar un libro de Lisandro Otero. Pero es inevitable decir claramente que “Avisos de ocasión” tiene la virtud de un sistema de correo apegado a la tradicional sacralidad del servicio: puede guardar por años un mensaje y entregarlo sin achaques al destinatario cuando este lo reclame. Aviso, pues, que estos “Avisos de ocasión” nos depararán más de una sorpresa y mucho más que una ocasión de unos minutos de placer.

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