Por Luis Sexto
¿Bastará el sentido del deber basta para que los individuos y las colectividades se concilien con la sociedad y sus normas? Me refiero, en particular, a las obligaciones del trabajo, reflejadas en un convenio, a veces tácito, en el que dos partes: el contratado y el contratante, se comprometen a “cumplir con su deber”.
Comúnmente nos hemos educado en el sentido del deber como un fetiche ante el cual hay que postrarse sin condiciones. Tanto así es que incluso, cuando alguien intenta justificar alguna acción fea, acude a esa razón que ha de estar fuera de toda duda: “He cumplido con mi deber”, aunque haya ensuciado un prestigio por cualquier tontería o por un afán incontenible de hacer daño.
Existen filósofos para quienes el sentido del deber significa una especie de “imperativo categórico”; otros piensan contrariamente: creen que el deber, así, a secas, no lleva muy lejos a la generalidad del ser humano. En todo caso conduce a producir personas rígidas, sin matices, medio autómatas.
Entre uno y otro conceptos es evidente que este columnista se queda con el deber entendido relativamente. Ni poco, ni mucho. El justo, el necesario para que la sociedad sea un conglomerado de hombres libres. Es decir, de hombres y mujeres que elijan voluntariamente cumplir con su deber.
Entre nosotros se ha probado que el deber impulsa a subir la escalera del heroísmo. Pero los que llegan son los menos. Los héroes no son las figuras más abundantes. Detrás de cada acto heroico, hay miríadas de acciones pusilánimes, hechas a medias o nunca hechas. Es la medida de lo común y lo corriente. Eso que somos casi todos. Me parece que Martí pensaba de ese modo cuando admitió –y cito la idea no la letra exacta- que pocos hombres podían llevar el decoro de muchos.
Desde luego, hemos de aspirar al héroe. Aspirar a Don Quijote –como dijo alguien que he olvidado- para quedarnos en Sancho, esto es, superar a Rocinante.
Ahora bien, si de verdad queremos aspirar al héroe, o cuando menos al ciudadano cumplidor de leyes, normas y contratos, hace falta, tanto como el sentido del deber, que el deber tenga sentido. El más somero estudio de la psicología y las tendencias humanas nos confirma que, para vivir, las cosas han de tener un sentido. Trabajar para qué, puede uno preguntar. Pues, para comer. Y comer para qué. Hombre, para vivir. Y vivir para qué… ¿para trabajar? La respuesta a esta última interrogante podría ser múltiple; unas extremas, de un lado o del otro. Mas la correcta es la que está en el medio. Ni tanto para la derecha ni tanto para la izquierda. En el punto de equilibrio, que según un pensador chino no es una posición sino la lucha por no caer. Tal vez la respuesta exacta a la interrogante de para qué vivir la haya dado un psicólogo español –Mira y López, creo recordar- que integró todos esos fines y de lo cual resulta que habrá que vivir para trabajar, y comer, y saber y, en conjunto, para merecer vivir feliz.
Estas líneas podrían aparentar un misterio que no tienen. Solo se refieren a los problemas y las soluciones con que han pretendido y aún pretenden algunas instituciones eliminar las indisciplinas y la pérdida de rigor en nuestros centros de trabajo. Y para terminarlas estimo que junto con el restablecimiento del sentido del deber hace falta que el deber tenga sentido moral y material. Y, por tanto, además del código de obligaciones, el país necesita un sistema de estímulos que reavive la ilusión de trabajar para vivir.
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4 comentarios:
Sí, hacen falta estímulos, porque el hombre naturalmente busca lo que le beneficia. Hay que formular leyes y normas que reconozcan y dirijan ese instinto hacia el bien común. Hay que ligar la producción y el buen servicio al cliente con la recompensa. Cuando la lealtad ideológico toma precedencia sobre los conocimientos necesarios para hacer bien cierto trabajo, disminúe la producción y la moral.
Creo que el fin último de la vida, es la vida plena y, éste para que sea alcanzado,no puede estar divorciado del sentido ético del ser.
El individuo se compromete en un contrato y el cumplir su parte es su deber,pero no puede renunciar jamás a su derecho al cambio a las estipulaciones del contrato si éste con el tiempo demuestra que le es contario a sus intereses fundamentales.En un mundo cambiante todo cambia aun el hombre mismo, y por ende sus aspiraciones tambien sufren transformacioes que le obligan a buscar lo que le es conveniente.pues lo útil es lo necesario y lo necesario lo útil.
El deber ademas debe ser ético,Es mi deber ser bueno,,porque es bueno serlo.
Asi, lo que una vez fué mi deber, ya no lo es,porque lo que me obligaba al cumplimiuento del deber, ha perdido la razon de ser y, el órgano llamado a cambiar las cosas no quiere hacerlo o si lo hace lo hace a su manera, mientras el individuo o ente social, solo espera fuera del recinto sagrado que otros sean los que rigen su destino como indivíduos y como pueblo.
Hay ciertos momentos que se está entre la espada y la pared.Se es conveniente echar hacia atrás pero no se puede, y se puede echar hacia adente, pero no conviene.
Cuando una sociedad culquiera, está en un asituacíón de confución y bajo asedio del enemigo, no se puede dar el lujo de la equivocación ni de improvisaciones.Pero para ello ha de buscar el consurso de todos los sus miembros.
No se puede olvidar que un contrato es de por lo menos dos entes y, enntre los dos se han de buscar los cambios conducetes al mutuo beneficio.Si es mi deber hacer mis obligaciones, tambien debe ser garantizado que esa obligación me de provecho y bienestar.Tengo que estar satisfecho con el cumplimiento de mi deber, por que me es útil cumplirlo.
Rev Leonides Penton Amador
Es difícil analizar una cualidad, o virtud de de las que forman el carácter y las cualidades del ser humano de forma independientes unas de otras, y sin que lleven implícita un fuerte dosis de ética, el beber, y su cumplimiento es una de ellas, y encierra los peligros que usted describe si se deshumaniza, pero sino aporta al individuo grandes satisfacciones personales y lo impulsa a realizar grandes sacrificios y actos de tal entrega peligros que puede concluir como usted de mejor forma lo expone en el heroísmo, lo vemos en bomberos, militares, policías, y simples ciudadanos, trabajadores etc., algunos que pasan al olvido y son desconocidos para la mayoría de las personas porque no se hacen publico, contare uno de estos casos que siempre me impacto mucho, a mediados de los 80 una locomotora del Ingenio Guatemala, después de pasar el poblado de Guaro, entrando a una curva vio en medio de la línea una niña jugando, su edad entre cuatro y seis años, su muerte era inevitable, inminente, pero al Maquinista además de reducir toda la marcha, salió de su cabina y con mucho esfuerzo y riesgo personal se traslado al frente de su Locomotora, se acomodo como pudo en esa parrilla que llevan al frente para barrer la línea de cualquier obstáculo, y con sus dos pies en forma de tijera suspendió a la asustada niña, la atrajo hacia si y la llevo con la ayuda de otro miembro de la tripulación hasta la cabina, detuvieron la Maquina que arrastraba larga hilera de carros ferroviarios para el trasporte de caña y entrego la niña a sus padres, le dieron las gracias entre llantos y alegría no dejaban de agradecer al maquinista, el tranquilo dijo, no se preocupe señora, no es para tanto, yo solo hice cumplir con mi deber. Quizás un día usted pueda recordarle a ese héroe esta acción y felicitarlo, se lo merece
Hay tantas verdades y acertadas interpretaciones digamos filosóficas que no me permitieron opinar en una sola de mis acostumbradas y largas divagaciones, en esta ocasión con su permiso y sin la intención de adueñarme de su Blogs dejo este segundo comentario.
Del carácter y filosofía China lo mas reiterativo es el equilibrio y la moderación, comparado con nosotros los latinos resultan extraños, casi extraterrestres, metodicos,diciplinados perseverantes e inexpresivos, esta dentro de sus características, pienso como se motivara a un chino, realmente no lo se, pero de cualquier forma que sea lo que se logre es duradero, mientras que nosotros en la mayoría de los individuos no respondemos siempre al estimulo moral y a la conciencia por periodos prolongados, la tendencia es a amoldarnos y a poner en practica la simulación para mantener el estatus logrado por los reconocimientos recibidos, esto obliga a siempre tentarnos con estímulos materiales incluyendo la promoción con mejor salario y alimentar de esa forma la conciencia y el, interés por los estímulos morales, siempre regresamos al punto medio y al equilibrio que parece ser la posición mas acertada, es el arma secreta de los lideres, de aquellos capaces de dirigir grupos de hombres, exigirles y lograr con ellos importantes objetivos y metas y siempre a pesar de que se vean obligados a emplear métodos represivos para lograr disciplina siguen siendo queridos por sus empleados, lo he visto en dirigentes de alto nivel que incluso sin llegar a conocer a algunos trabajadores tienen el carisma para siempre ser queridos y respetados. La no observancia a la hora de seleccionar a nuestros dirigentes o de prepararlo para alcanzar liderazgo es causa de muchos de nuestros males que siempre englobamos en culpa de la burocracia, parece ser que la zanahoria y el garrote también necesitan de liderazgo para lograr los objetivos que nos propongamos.
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