Por Luis Sexto
El sentido del deber ha de tener sentido
He estado pensando si el sentido del deber basta para que los individuos y las colectividades se concilien con la sociedad y sus normas. Me refiero, en particular, a las obligaciones del trabajo, reflejadas en un convenio, a veces tácito, en el que dos partes: el contratado y el contratante, se comprometen a “cumplir con su deber”.
Habitualmente nos hemos educado en el sentido del deber como un fetiche ante el cual hay que postrarse sin condiciones. Tanto así es que incluso, cuando alguien intenta justificar alguna acción fea, acude a esa razón que ha de estar fuera de toda duda: “He cumplido con mi deber”, aunque haya ensuciado un prestigio por cualquier tontería o por un afán incontenible de hacer daño.
Existen filósofos para quienes el sentido del deber significa una especie de “imperativo categórico”; otros piensan contrariamente: creen que el deber, así, a secas, no lleva muy lejos a la generalidad del ser humano. En todo caso conduce a producir personas rígidas, sin matices, medio autómatas.
Entre uno y otro conceptos es evidente que este columnista se queda con el deber entendido relativamente. Ni poco, ni mucho. El justo, el necesario para que la sociedad sea un conglomerado de hombres libres. Es decir, de hombres y mujeres que elijan voluntariamente cumplir con su deber.
Entre nosotros los cubanos se ha probado que el deber impulsa a subir la escalera del heroísmo. Pero los que llegan son los menos. Los héroes no son las figuras más abundantes. Detrás de cada acto heroico, hay miríadas de acciones pusilánimes, hechas a medias o nunca hechas. Es la medida de lo común y lo corriente. Eso que somos casi todos. Me parece que José Martí pensaba de ese modo cuando admitió –y cito la idea no la letra exacta- que pocos hombres podían llevar el decoro de muchos.
Desde luego, hemos de aspirar al héroe. Aspirar a Don Quijote –como dijo alguien que he olvidado- para quedarnos en Sancho, esto es, superar a Rocinante.
Ahora bien, si de verdad queremos aspirar al héroe, o cuando menos al ciudadano cumplidor de leyes, normas y contratos, hace falta, tanto como el sentido del deber, que el deber tenga sentido. El más somero estudio de la psicología y las tendencias humanas nos confirma que, para vivir, las cosas han de tener un sentido. Trabajar para qué, puede uno preguntar. Pues, para comer. Y comer para qué. Hombre, para vivir. Y vivir para qué… La respuesta a esta última interrogante podría ser múltiple; unas extremas, de un lado o del otro. Mas la correcta es la que está en el medio. Ni tanto para la derecha ni tanto para la izquierda. En el punto de equilibrio, que según un filósofo chino muy antiguo no es una posición sino la lucha por no caer.
Para terminar estas líneas, que podrían aparentar un misterio que no tienen, pues se refieren a los problemas y las soluciones con que actualmente pretendemos eliminar en Cuba la indisciplinas y la pérdida de rigor en nuestros centros de trabajo; para terminar, repito, estimo que junto con el restablecimiento del sentido del deber hace falta que el deber tenga sentido moral y material. Y, por tanto, además del código de obligaciones, el país necesita un sistema de estímulos que reavive la ilusión de trabajar para vivir. Plenamente.
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3 comentarios:
"El postrarse sin condiciones"presupone que existaalguna o varias para tal acto.Yo por mi parte no creo que exista ninguna tratándose de las relaciones humanas ni como imperativo categórico del deber.El fin antepenúltimo de el trabajo no puede ser el acto de comer como premisa indispensable del vivir como el fin indispensable de todo en este plano humano.
Todavía resuena ante mis oídos aquella frase de:"ni renuncias ni traslados" a la vez que se exigía el cumplimiento del deber de trabjar y su consecuente disciplina laboral.Pero no se podía garantizar ni medianamente la necesidades básicas del obrero.Este fue un factor muy bién explotado por los enemigos de la revolución cubana para incitar las salidas masivas de la población laboral del país.A estas alturas,no solo debe mirarse al disciplina y amor por eltrabajo sino la posibilidad de que se pueda escoger el tipo de trabajo que se quiere hacer, con una renumeracion justa sin gratuidades paternalistas y ni imposiciones "bajadas de arriba" que tanto daño ha hecho al incentivo laboral del cubano.En el proceso de cambio interior que se avecina,veremos como el trabajo será palanca que moverá todo obstáculo al desarrollo en Cuba.
Rev Leonides Penton _Amador
Sr Sixto-----buen post sobre el deber ..pero y los derechos de los cubanos donde quedan????...no son cosas ajenas al mismo y veo que ni se mencionan cuando deberian ir tomadas de la mano....me gustaria ver que opinion tiene sobre los mismos....
un abrazo
"Me refiero, en particular, a las obligaciones del trabajo, reflejadas en un convenio, a veces tácito, en el que dos partes: el contratado y el contratante, se comprometen a “cumplir con su deber”.
Estimado Sexto:Sus palabras arriba citadas,tiene a mi juicio una gran importancia por lo que ellas significan en relacion al contexto situacional cubano.
Ese deber mutúo es por una parte el de trabajar, el de producir satizfaciones espirituales y materiales, tratándose de un intelectual o de un obrero cualquiera,cada cual en su esfera de trabajo debe cumplir con el mismo, como un deber imperativo,Por otra parte, el contratante debe garantizar,es su deber hacerlo,las necesidades del que trabaja y convierte su sudor en metal o en valores, que le permitiran una recreacion integral por medio de lo que el contatante le da como remuneracion por su trabajo.
Ahora como entre el dicho y el hecho hay mucho trecho y son muchos los factores a considerar para averiguar porque una de las partes no cumple, o las dos para ser justos,
quizas esto se haga en la praxis difil de cotejar y las respuestas pudieran ser más complejas de la cuenta.
Uno de los problemas más grandes en esta relación contratante-cntratado es que ninguna de las partes consideró que algo andaba mal en esa relacion y el trabajo se menospreció la dssciplina laboral se llevo a categoria de leyes frias como actos predilectivos de vagancia y no se pudo demostrar lo ético del trabajo como obligación social pero nunca desprendido de las satisfacciones justas que el trabajo debe y tiene que garantizar.El trabajo sin estímulos es irrealizable.Pero el estímulo no puede ser mecánico como un reflejo conidicionado,de esa manera no funciona,y hemos visto que no ha funcionado de esa manera.
Asi que mi estiamado Luis, enese caminohemsode seguir buscando paraver sipor fin encontramos la solución últiamy final de este tema que Ud ha traido a este foro de analisis y discución.
Un saludo afectuoso.
rev Leonides Penton Amador
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