Por Luis Sexto
Primero, una definición. La felicidad, qué es. Según esta frase, eso: ausencia de problemas. Placidez en el calendario, día plano y pleno. Complacencia por que la aguja de la vida traza una raya sin arrugas. Todo va bien...Huye de los problemas. Claro, la recomendación no es tan absoluta como alardea. Hay problemas que nos asedian inevitablemente. Llegan sin invitación. En cuentas realistas y redondas, existen tres tipos de problemas: los que nunca tendrán solución; los que conceden espacio a la solución. Y los que uno no quiere solucionar.
Evidentemente, la frase enruta su imperativo hacia un nirvana acomodaticio. Si ignoras el problema, el problema no existirá. Y no permitas que nadie lo descubra, lo devele, lo recuerde. Acude a esa excusa incontestable: no nos desviemos; este no es el momento; más tarde, en otra ocasión, convocaremos una asamblea para analizarlo. O si estás en tu casa, di campantemente: otro día conversamos; ahora estoy muy cansado. Y la rotura de la ventana perdurará, o la lámpara continuará ciega. Y la maquinaria puesta en el patio de la fábrica, a la intemperie, proseguirá su paso hacia el deterioro, y el camión o permanecerá abandonado en aquel parqueo lejano, con los neumáticos podridos de tanto aguardar.
Y quién duda que alguna vez no hayamos actuado así: emulando al avestruz. Usted mismo; yo. ¿Y acaso no hemos sentido tirria por ese compañero que cada vez que se nos aparea acude a una lista de problemas envejecidos? Chico, cará, cuándo vas a entrar en esta oficina con las manos limpias. Con una sonrisa de felicidad. Y el reproche se justifica. Porque a nadie le gusta que lo estén importunando con la letanía de que aquel problema sigue con la oreja enhiesta esperando oír una decisión resolutoria.
En efecto, a tales sujetos les molesta que le recuerden que lo que se niegan a aceptar, lo que para ellos no existe, lata, persevere en su ser. Son los complacidos y complacientes de plantilla. Ah, y no los llames burócratas, o irresponsables, ni siquiera “felicianos”. ¿Feliciano yo, que me mato preocupándome por que nadie se preocupe? ¿Burócrata yo, tan flexible, tan amplio, tan tolerante; yo, que le doy tanto tiempo a la gente y a las cosas?
Esa actitud es, en sí misma, un problema. Y tiene su antídoto en otra frase, pero de signo positivo: no convivas con los problemas, no les permitas alcanzar la mayoría de edad. No puede crecer en armonía una familia cuyos problemas se aplacen cotidianamente. Ni organismo económico, productivo, social o político que prospere o ejerza cabalmente su papel o logre su objeto metiendo los problemas, o un solo problema, en el almacén de desechos. Un problema presuntamente desconocido posee un efecto de multiplicación. Es el mismo problema pendiente en la conciencia de cuantos exigen o esperan la solución. Lo político, lo eficiente, lo racional, implica el resolver problemas, no el crearlos.
En fin, en el fondo del problema se aprecia un equívoco. La felicidad no es el lugar donde no habitan problemas. Marx lo intuyó con vocación romántica y realista a la vez: “La felicidad está en la lucha.” La felicidad es eso: probarse ante los problemas. Sin fragmentarse. Séneca, el filósofo español en la Roma imperial, lo barruntó en una de sus epístolas a Lucilo. Le dijo: desgraciado el hombre que no tenga dificultades.
Evidentemente, la frase enruta su imperativo hacia un nirvana acomodaticio. Si ignoras el problema, el problema no existirá. Y no permitas que nadie lo descubra, lo devele, lo recuerde. Acude a esa excusa incontestable: no nos desviemos; este no es el momento; más tarde, en otra ocasión, convocaremos una asamblea para analizarlo. O si estás en tu casa, di campantemente: otro día conversamos; ahora estoy muy cansado. Y la rotura de la ventana perdurará, o la lámpara continuará ciega. Y la maquinaria puesta en el patio de la fábrica, a la intemperie, proseguirá su paso hacia el deterioro, y el camión o permanecerá abandonado en aquel parqueo lejano, con los neumáticos podridos de tanto aguardar.
Y quién duda que alguna vez no hayamos actuado así: emulando al avestruz. Usted mismo; yo. ¿Y acaso no hemos sentido tirria por ese compañero que cada vez que se nos aparea acude a una lista de problemas envejecidos? Chico, cará, cuándo vas a entrar en esta oficina con las manos limpias. Con una sonrisa de felicidad. Y el reproche se justifica. Porque a nadie le gusta que lo estén importunando con la letanía de que aquel problema sigue con la oreja enhiesta esperando oír una decisión resolutoria.
En efecto, a tales sujetos les molesta que le recuerden que lo que se niegan a aceptar, lo que para ellos no existe, lata, persevere en su ser. Son los complacidos y complacientes de plantilla. Ah, y no los llames burócratas, o irresponsables, ni siquiera “felicianos”. ¿Feliciano yo, que me mato preocupándome por que nadie se preocupe? ¿Burócrata yo, tan flexible, tan amplio, tan tolerante; yo, que le doy tanto tiempo a la gente y a las cosas?
Esa actitud es, en sí misma, un problema. Y tiene su antídoto en otra frase, pero de signo positivo: no convivas con los problemas, no les permitas alcanzar la mayoría de edad. No puede crecer en armonía una familia cuyos problemas se aplacen cotidianamente. Ni organismo económico, productivo, social o político que prospere o ejerza cabalmente su papel o logre su objeto metiendo los problemas, o un solo problema, en el almacén de desechos. Un problema presuntamente desconocido posee un efecto de multiplicación. Es el mismo problema pendiente en la conciencia de cuantos exigen o esperan la solución. Lo político, lo eficiente, lo racional, implica el resolver problemas, no el crearlos.
En fin, en el fondo del problema se aprecia un equívoco. La felicidad no es el lugar donde no habitan problemas. Marx lo intuyó con vocación romántica y realista a la vez: “La felicidad está en la lucha.” La felicidad es eso: probarse ante los problemas. Sin fragmentarse. Séneca, el filósofo español en la Roma imperial, lo barruntó en una de sus epístolas a Lucilo. Le dijo: desgraciado el hombre que no tenga dificultades.
4 comentarios:
la decidia ante los problemas,o la politica del avestruz es consustancial con el paternalismo(de reciente descubrimiento)que impera en la sociedad cubana donde lo mas importante es satisfacer la voluntad del jefe sobre todas las cosas.esto conduce a esconder lo mal hecho a la chapuceria galopante, a la indolencia y al despilfarro.
los cubanos somos campeones del derroche ,sino como llamar a malbaratar cerca de 25 mi millones de dolares anuales que provenian de la antigua urss dejando a nuestro pais en la ruina al cabo de 50 anos .
nuestro verdadero problema no es su manifestacion diaria en la actitud de los burocratas de turno,esta es solo un reflejo de una politica herrada en lo interno, no es la esencia ,del problema que debemos salir ,al que hay que darle solucion de inmediato a riesgo de desaparecer como nacion esta determinado por la adecuacion de nuestra sociedad a los tiempos actuales, dejemos de pensar como hace mas de 50 anos ,dejemos de compararnos con "antes del 59",es hora de medirnos con el resto del mundo,o con los mas desarrollados ,no con haiti,sino con china o corea del sur son las comparaciones.
sirva de ejemplo :en china en 1962 un grupo de estudiantes cubanos se asombraban de que un dirijente del partido comunista chino viera como positivo que el ano anterior solo hubieran muerto de hambre un millon de personas cuando anteriormente morian 3 millones.lo asombroso verdaderamente es mirar a china en la actualidad a pesar de la miseria pasada.
ya tenemos identificado el problema ,se llama anquilosamiento,demosle las riendas del poder a otra generacion,que puedan equivocarse y rectificar como en su momento lo hiciera al generacion del centenario .
nuestra sociedad padece de la artritis de nuestro viejos dirijentes,ese es elPROBLEMA.
Estaba considerando un problema que no ofreciera solucción absoluta y se me ocurre uno de un cuento de un personaje famoso:Pepito.Le sacó casi toda la pasta a un tuvo de pasta dental y le dijo a la maestra:trate Ud,de introducir la pasta nuevamente en el tubo.Es tan imposible hacerlo que eso si es un gran problema.
Incontrovertiblemente todos los demás dan su "espacio" a su solución y pueden solicionarse tan pronto se encuentra "el punto de apoyo para mover el mundo"
Ahora por otra parte,el subjetivo, aquel que no halla la voluntad de cambios posibles por la inercia del máximo propiciador del mismo,es decir, el burócrata,tiende a perdurar
infinitamente con toda su carga de destrucción,social,económica y política.
Son los amantes del Shalom,de la inercia, de la paz sepulcral, pero aborrecedores de la Irene,o paz conflictual, la que se da en medio de la lucha y la agonía del ser.
Ese dejar que las cosas pasen como si nada importara,es la base misma del infortunio de los pueblos.El decursar inegsorable de la história, se da en tesitura de lucha,de reparar entuertos,y muchas veces nadando contra la corriente y la tradición erigida en ley después de haber sido impuesta por decreto.
Le llega el tiempo a toda sociedad humana,para dar a luz nuevas criaturas,que su vez la perpetúen.Esta perpetuacion se da en términos de citología,unas células mueren para que otra nazcan.
El gérmen de lavida,triunfando sobre la muerte.
Esta ética vivencial, está llamada tomar el toro por los cuernos.Venciendo problemas y la vez creando otros en este proceso interminable de la vida de los hombres y los pueblos.
Rev Leonides Penton Amador
No le den mas vueltas al asunto, señoras y señores. No se rompan mas la cabeza. No gasten toneladas de ideas ni de papel ni de tinta. LO QUE NO FUNCIONA ES EL SISTEMA. Y punto....
Lástima que un talento como el suyo, profesor Sexto, porfíe hasta el desgaste en la urdedumbre de problemas en Cuba, como quien trata de nadar en un gran tazón de leche condensada. Lo leo y Usted me invita a no aislarme de su visión humanista. Sigo admirándolo. Pero siento pena que sus reclamos no encuentren salida. Una golondrina no hace la primavera.
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