jueves, 12 de noviembre de 2009

LA APARICIÓN DEL ABSURDO


Por Luis Sexto

Historia vieja, pero conocida


El Cabildo de San Cristóbal de La Habana fue convocado para haber de legislar en este día sobre asunto de grave monta. No sabían también ahora –cosa común entre esta gente y la que le sucederá en los siglos por llegar- cómo proceder ante la insólita plaga que no respetaba ni la intimidad doméstica de los vecinos contaminándoles los alimentos conservados, del yantar del medio día, para el atardecer, o picándoles una nalga, a pesar del recato guardado bajo sábanas y pena de pecado grave, en momentos de matrimonial carnalidad.
Nadie ha recordado que en otro momento de la breve historia de la villa, las hormigas hayan invadido el pueblo. Ni en el primer asiento, en el sur –diz que por la desembocadura del Mayabeque-, ni en el segundo punto previo al definitivo, a orillas del Casiguaguas, en los rápidos y saltos nombrados de La Chorrera, en el después poblado de Puentes Grandes, se registró un hecho tan hostil en una ísola de naturaleza tan pacífica. Ni por allá, por el río Hondo, muy introducida en el occidente, cerca de la ensenada de Dayaniguas donde también parece haberse alzado San Cristóbal en uno de sus variados intentos de asentarse por 1514 y donde aproximadamente permaneció hasta cinco años más tarde, en que se mudó para la ranchería de Carenas, en el Norte de La Habana, pagando su mudanza a sitio más ventajoso con el nombre que será la primera parte del de la nueva villa, a resultas de la unión de la gente que estaba y la que se apareció en 1519. El sur, poco hábil para fundar puertos, no prometía nada tras la hombrada de Antón de Alamitos, al volver a la Península por el canal de Bahamas, ruta asaz peligrosa pero navegable, que empezaba a resaltar la importancia de la bahía de La Habana para las operaciones de atender, mediante comerciales bastimentos y bisuterías, a cuanto esquife, carabela, galeón pasara hacia la Península.
Alguno de los prohombres que discutían con cierta desesperación los asuntos de gobierno de la villa, tal vez quisiera someter a la mano alzada la iniciativa de un tercero o cuarto traslado, en poco más de cuarenta años. Pero a dónde, su merced, le preguntarían sus colegas del Cabildo antes de aducir otras tamañas dificultades cuya solución, de no tenerse en cuenta el oro y el comercio, obraría contra los intereses de la villa.
-Tengan cordura vuestras señorías- dijo el de mayor rango golpeando la mesa a palma abierta.
Llamadas a la atención, las cabezas circundantes previeron las enojosas evidencias de un traslado. Sería por ende una decisión exagerada, y muy pesada, frente el ataque de una plaga de minúsculos animalitos que podían caer por miles bajo la bota de cualquier transeúnte borracho de vuelta de una taberna, el establecimiento comercial más abundante en San Cristóbal de La Habana en estos tiempos fundacionales de 1569, y que de acuerdo con don Argelio Santiesteban, perito en noticias especiosas, un padrón elemental las reputaba en una cifra mayor de ochenta casas donde el aguardiente se despachaba en botijuelas o vasos de barro cocido..
Hoy, en suma, el cabildo acordó la solución. Por lo que se oía en los rumores previos, no parece que se afanarían en inventar la fórmula de un insecticida letal, ni siquiera un conjuro que paralizara al diminuto enemigo que dañaba los sembrados, fatigaba a las bestias y agobiaba a las amas y residentes de casa. La burocracia, ya desde entonces, cuando no podía prohibir, improvisaba soluciones de papeleo o de importaciones de remedios de más allá, por arriba o por debajo, de las costas cubanas. Y ansí resultó que para sanear el suelo hubo que mirar al cielo. De modo que el Cabildo echó suerte entre los Doce Apóstoles para que un soplo del Espíritu Santo, piadosamente invocado sombrero en mano por cada concurrente, determinara cuál de los primeros seguidores de Cristo será el encargado de proteger a La Habana de las hormigas.
Hecho el escrutinio, la tarea correspondió a San Simón. (Del libro en preparación Historias de bolsillo)

1 comentario:

MISION NICARAGUA CON AMOR dijo...

El ser humano es en extremo difícil de comprender.Tiene un rejuego entre lo sublime y lo grotezco.entre su sagacidad y su ingenuidad.
Es a la vez dominador y dominado,domesticador y domesticado es en definitiva, un ser complejo.
Un 11 de febrero de 1569 en reunión consultiva,estando presentes el cura de la ciudad,los dirigentes civiles y el pueblo buscan solucón a un prblema humano
con la ayuda de una solución divina pero poco razonada,envuelta en la supertición de la cual no eran ajenos.
San Simón rogaría y el clero cobraría.No faltarían los toros para la diveersión del pueblo ni el pago de los que no participasen de la proseción erigida en ley.
En ese entorno inocente de los pueblos, lo absurdo cobra vida conformando una cultura y hasta una filosofía.

rev Leonides Penton Amador

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