Por Luis Sexto
No es primera vez que intento ver las cosas desde otro punto de vista. Y sigue asombrándome que entre las palabras más usadas en nuestro lenguaje socio político, tengan todavía particular incidencia los términos control y sanción. Es decir, suele inquietarme que tan solo tengamos en cuenta que la indisciplina puede corregirse únicamente mediante la relación falta-castigo.
Los hechos, hasta ahora, están mostrando que si bien el control y la exigencia en el ámbito laboral son acciones imprescindibles, de lógica razón contractual, no bastan por sí mismos. Ninguna ley o regla rige en abstracto, sino en un ámbito material y espiritual. Claro, al hablar así casi resulto elemental. Pero, cuando uno observa el comportamiento de la realidad, estas cosas ya no parecen tan elementales, porque uno cree verlas aplicadas maquinalmente, sin el análisis integrador consecuente.
Les contaré una breve historia. Hace muchos años conocí a un oficial de las FAR, jefe de una unidad, que cuando le presentaba a algún soldado que había dormitado durante algunos segundos en la guardia, antes de emitir su opinión o la sanción procedente, preguntaba: ¿Cuántas horas hace que no duerme? Y así actuaba habitualmente. Esa persona ha llegado a ocupar responsabilidades políticas porque, en efecto, es un político. Cuando se trata con seres humanos, los juicios no pueden responder a maquinales aplicaciones de la “ley y el orden”.
El control no lo resuelve todo. En términos laborales, junto con la natural exigencia de la disciplina, habrá que preguntarse si verdaderamente el trabajo es capaz de estimular hasta el punto que el trabajador sea capaz de adoptar la ética que lo anuda a su labor y al espacio jurídico laboral. ¿Es suficiente el salario; dispone de todos los medios que faciliten su labor; goza de higiene y protección; es adecuada la comida; se le trata como genuino dueño socialista de los medios de producción; mejora su vida si él consigue mejorar la calidad de su trabajo…?
No estoy justificando la indisciplina, ni convirtiéndome en abogado del diablo. Simplemente hago mi trabajo, que me gusta, ayuda a sentirme socialmente útil, y quienes lo controlan saben facilitarme la tranquilidad básica para que yo escriba con honradez mis ideas.
El control, pues, para que resulte efectivo ha de derivar en autocontrol. Che Guevara habló de la disciplina consciente. Y considerando las especificaciones de la naturaleza humana, el hombre o la mujer no logran el autocontrol –la conciencia de la necesidad del control- solo con medidas coercitivas. Es preferible hablar y actuar en positivo: hablar de estímulos y no de castigos. Si no trabajas bien, no te sancionaré, sino tú mismo te castigarás, porque “vivirás peor” que el que trabaja mejor, pues la organización laboral y salarial tendrá en cuenta las diferencias.
Ese enfoque quizás sea racionalmente superior a la relación entre la indisciplina y la sanción, justa en apariencias, pero antidialéctica cuando se aplica a la solución de problemas sociales o económicos. Porque el control como manifestación coercitiva solo sirve para mantener “lo que está”, nunca para superarlo y superándolo mejorar también a las personas.
El control también requiere del llamado trabajo político; no de la retórica que adormece u obliga a bostezar. El trabajo político se ejerce, a mi juicio, cuando los trabajadores, en vez de ver a sus superiores como entidades etéreas, intocables, con privilegios abusivos, los sienten cercanos, en plano de igualdad. Trabajo político es lograr que los trabajadores sepan, en la práctica, que quien los controla no juzga los actos humanos sin tener en cuenta las circunstancias.
Las consignas, por supuesto, no pueden convertirse en la fórmula movilizadora de todos los días. El tiempo humano es una magnitud finita. Se gasta y no se recupera. Y el trabajo es una tarea que si colma apetencias de cristalización espiritual, también y fundamentalmente es el molde del bienestar de cada individuo y su familia. Tiene que tener básicamente ese sentido. ¿O a qué nos referimos cuando hablamos de hombre, mujer, familia? ¿Tienen todos que sentirse bien aunque el lugar no sea el sitio donde “tan bien se está”?
Tal vez, las palabras más urgentes de hoy, por encima de control y sanción, sean esas que confirmen que nuestra sociedad reflexiona en cómo organizar el trabajo de modo que sea la única fuente humanizada de riquezas.
No es primera vez que intento ver las cosas desde otro punto de vista. Y sigue asombrándome que entre las palabras más usadas en nuestro lenguaje socio político, tengan todavía particular incidencia los términos control y sanción. Es decir, suele inquietarme que tan solo tengamos en cuenta que la indisciplina puede corregirse únicamente mediante la relación falta-castigo.
Los hechos, hasta ahora, están mostrando que si bien el control y la exigencia en el ámbito laboral son acciones imprescindibles, de lógica razón contractual, no bastan por sí mismos. Ninguna ley o regla rige en abstracto, sino en un ámbito material y espiritual. Claro, al hablar así casi resulto elemental. Pero, cuando uno observa el comportamiento de la realidad, estas cosas ya no parecen tan elementales, porque uno cree verlas aplicadas maquinalmente, sin el análisis integrador consecuente.
Les contaré una breve historia. Hace muchos años conocí a un oficial de las FAR, jefe de una unidad, que cuando le presentaba a algún soldado que había dormitado durante algunos segundos en la guardia, antes de emitir su opinión o la sanción procedente, preguntaba: ¿Cuántas horas hace que no duerme? Y así actuaba habitualmente. Esa persona ha llegado a ocupar responsabilidades políticas porque, en efecto, es un político. Cuando se trata con seres humanos, los juicios no pueden responder a maquinales aplicaciones de la “ley y el orden”.
El control no lo resuelve todo. En términos laborales, junto con la natural exigencia de la disciplina, habrá que preguntarse si verdaderamente el trabajo es capaz de estimular hasta el punto que el trabajador sea capaz de adoptar la ética que lo anuda a su labor y al espacio jurídico laboral. ¿Es suficiente el salario; dispone de todos los medios que faciliten su labor; goza de higiene y protección; es adecuada la comida; se le trata como genuino dueño socialista de los medios de producción; mejora su vida si él consigue mejorar la calidad de su trabajo…?
No estoy justificando la indisciplina, ni convirtiéndome en abogado del diablo. Simplemente hago mi trabajo, que me gusta, ayuda a sentirme socialmente útil, y quienes lo controlan saben facilitarme la tranquilidad básica para que yo escriba con honradez mis ideas.
El control, pues, para que resulte efectivo ha de derivar en autocontrol. Che Guevara habló de la disciplina consciente. Y considerando las especificaciones de la naturaleza humana, el hombre o la mujer no logran el autocontrol –la conciencia de la necesidad del control- solo con medidas coercitivas. Es preferible hablar y actuar en positivo: hablar de estímulos y no de castigos. Si no trabajas bien, no te sancionaré, sino tú mismo te castigarás, porque “vivirás peor” que el que trabaja mejor, pues la organización laboral y salarial tendrá en cuenta las diferencias.
Ese enfoque quizás sea racionalmente superior a la relación entre la indisciplina y la sanción, justa en apariencias, pero antidialéctica cuando se aplica a la solución de problemas sociales o económicos. Porque el control como manifestación coercitiva solo sirve para mantener “lo que está”, nunca para superarlo y superándolo mejorar también a las personas.
El control también requiere del llamado trabajo político; no de la retórica que adormece u obliga a bostezar. El trabajo político se ejerce, a mi juicio, cuando los trabajadores, en vez de ver a sus superiores como entidades etéreas, intocables, con privilegios abusivos, los sienten cercanos, en plano de igualdad. Trabajo político es lograr que los trabajadores sepan, en la práctica, que quien los controla no juzga los actos humanos sin tener en cuenta las circunstancias.
Las consignas, por supuesto, no pueden convertirse en la fórmula movilizadora de todos los días. El tiempo humano es una magnitud finita. Se gasta y no se recupera. Y el trabajo es una tarea que si colma apetencias de cristalización espiritual, también y fundamentalmente es el molde del bienestar de cada individuo y su familia. Tiene que tener básicamente ese sentido. ¿O a qué nos referimos cuando hablamos de hombre, mujer, familia? ¿Tienen todos que sentirse bien aunque el lugar no sea el sitio donde “tan bien se está”?
Tal vez, las palabras más urgentes de hoy, por encima de control y sanción, sean esas que confirmen que nuestra sociedad reflexiona en cómo organizar el trabajo de modo que sea la única fuente humanizada de riquezas.
5 comentarios:
La anécdota del militar "inteligente" creo recordar que ya la mencionaste en otra ocasión. Pero no es frecuente que eso ocurra y bajo esa perspectiva me acomodo bien al contenido del comentario.
En el medio laboral, que no deja de ser ampliable a todo ámbito social, el buen método es prevenir el error y cuando éste se ha producido procurar su reparación o corrección. No se debería tender a perseguir a los autores. Lo que hay que perseguir es el error en sí, en función de las circunstancias que han podido favorecer el desacierto.
Es fácil decirlo...por eso hay que insistir en ello hasta la saciedad. Tenemos cierta propensión a buscar culpables...hasta de nuestros propios yerros.
Luis me he sentido completamente interpretado por tu artículo. Esto ocurre en todas partes.
Felicitaciones por tu blog.
Un abrazo a tí y a los hermanos revolucionarios cubanos ,desde Chile.
El presidente del Consejo de Ciencias Sociales de Cuba, Miguel Limia David, advirtió que si el modelo cubano no eleva su productividad perderá viabilidad incluso si Estados Unidos finalmente levanta las sanciones contra la nación caribeña.
"Si no trabajamos con la calidad y no nos preparamos para tener una economía eficiente y autosustentable no tendremos perspectiva como nación. Eso es lo que no puede pasar", indicó Limia
luis
me parecen atinados tus articulos ,pero este en especifico toca las raises del problema productivo en cuba,los que deben controlar lo hacen deficientement,y no existen incentivos economicos para la productividad del trabajo.
nosotros como buenos cubanos creemos que todo lo sabemos ,y eso trae como consecuencia la improvisacion,lo remito al contrato social de rosseu,y al capital de marx.
el modelo estalinista de sociedad fue un fracaso,seguir aferrado a el por parte del gobierno cubano es solo un suicidio mas que anunciado.
para esto solo hay 3 recetas posibles:dialectica,dialectica y mas dialectica.
Luis: Una vez más disfruto el contenido de su reflexión escrita. Me suscribo totalmente a lo escrito y le ruego que no desmaye en su propósito de andar sin paños tibios para encarar la realidad nacional tan compleja y rica para el debate y tan sedienta de medidas realmente profundas, inteligentes y dialecticas.Un abrazo.
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