miércoles, 10 de noviembre de 2010

AQUÍ ESTAMOS

Por Luis Sexto
No me preocupa Aquí estamos, sino lo que “está aquí”, entre nosotros. Por tanto, ante la telenovela cubana recientemente finalizada, mi sentimiento más estable es la inquietud. ¿Crítico yo? No, desde luego. Y por ello no me propongo juzgar el guión, ni las cámaras, ni las luces… No estoy dispuesto técnicamente para la crítica televisual. Pero sí puedo expresar preocupación por lo visto. Si lo que Cubavisión trasmitió con el título de Aquí estamos es una trasunto exacto de un sector de nuestra vida, lo construido es suficiente para asustarse.
Porque si directores, guionistas, actores y productores fueron verdaderamente fieles a la realidad en que estamos insertos, al incluirla como peripecia y fondo, me parece que consiguieron lo que parece evidente: mostrar a la sociedad cubana los segmentos de insuficiencia moral que la aquejan. Y vernos reproducidos, construidos en el lenguaje y la técnica del arte de la Televisión, equivale a una purga, una catarsis, una cura de caballo, para cuantos nos sentamos ante el cristal con el propósito de ver algo más que un divertimento. Y parece que la telenovela no se equivocó. Podrán algunos quejarse de este matiz, de aquella torpeza, pero sus realizadores han acertado en la apropiación estética de nuestra realidad. No ha sido un juego, una visión ficticia, solo comprometida con la imaginación de los creadores. En la práctica percibimos cierto declive, cierta superficialidad, el vaciamiento de las primordiales actitudes humanas. ¿El sexo? Para algunos un juego, cuanto más prematuro, mejor. ¿La honradez? Una propuesta antigua, ante la cual hay que dejarse de boberías. ¿La convivencia? Una relación entre garras y colmillos.
Lamentablemente, no todos los enfoques coinciden. Para unos, practicar el hedonismo como actitud vital es un "valor" actual. Y todo lo demás, la mesura, la sobriedad, el predominio de la virtud por encima del utilitarismo, es caduca moral cristiana, predominio de una tradición que ha de ser sustituida por las troneras sin obstáculos de la posmodernidad.
No dudo en afirmar que más de tres décadas de un sistema de enseñanza que, en considerable cifra, mantenía a los alumnos alejados de la influencia familiar, reblandeció ciertos valores para que cedieran el espacio a otros que han resultado nuevos desvalores. Por ejemplo, la falta de pudor, a mi juicio, está también en la base de ese jineterismo que intercambia el cuerpo por cualquier ventaja o bagatela material. Y la vida en común sin muchas exigencias, en particular en el baño colectivo, condiciona, aunque sean en adolescentes del mismo sexo, la desinhibición al mostrar habitualmente el cuerpo desnudo. Afortunadamente, las escuelas en el campo desaparecieron. Y por mucho que hayan podido hacer en un tiempo para asimilar las masivas demandas de matrícula y a favor de la instrucción del cubano medio, también dejaron un vacío en la formación de adolescentes y jóvenes. ¿Acaso no es casi general la incapacidad para sentarse a comer con un mínimo de educación? La escuela tendrá que recuperar las lecciones de urbanidad, que lo son de humanidad.
Pero me he propuesto evitar las visiones catastróficas, subidas en el pico del cachumbambé. Y por tanto no puedo decir que el país perviva todo en el caos. Aún sobrevive, en particular en el interior del país, el sustrato de una tradición virtuosa, fundada en la solidaridad y el decoro familiares. Esas energías son las que José Martí exaltaba cuando un periódico norteamericano nos tildaba de bárbaros. Y como a mi parecer lo más grave es que los desvalores hallan escasa contrapartida, incluso en la telenovela, no basta hoy con la denuncia o la crítica. Quizás requiramos refundarnos éticamente, limpiando la costra solidificada por las agudas carencias materiales de los últimos 20 años, y la consecuente desorientación, convivencia con la impunidad, la falta de rigor, el escaso respeto a los derechos de los ciudadanos, el menguado papel de las instituciones. Y en ese proceso de evaluación interior a que nos estimula Aquí estamos, la familia cubana tendrá que recuperar la tradición ética de Varela, Luz y Caballero, y Martí, practicados con la óptica actualizada de la virtud sin impiedad. Y estar y seguir aquí, pues, actuando.

1 comentario:

Demetrio Peralta dijo...

Dos impresiones a primer vuelo me saltaron no mas empezar a leer, una fue como una exclamación interna ¡compañero que productividad en estas dos ultimas semanas! cambio totalmente el ritmo y vario mucho los lanzamientos. Lo otro fue que inicialmente me coloco fuera del agua porque no estoy viendo esa novela que lo motivo a en su blogs dejar constancia de sus primeras impresiones, pero luego me quedo claro a que se refería y comprendí el contenido. Sobre esto quiero opinar que esta bien la crudeza de la realidad expuesta en esa telenovela, no importa hasta donde desnude a la sociedad, pero es imprescindible también contraponer la otra cara, la que existe aunque sea como excepción o con mas frecuencia que lo que estimamos, pues la buena educación y las buenas costumbres existen pero no resaltan tanto, una jinetera en el barrio es mas conocida que diez hijas de familia es igual que la delincuencia su trascendencia es mayor que el buen comportamiento, pero la mayoría no somos delincuentes, por tanto hay que dejar bien claro lo que son valores que nunca pasan de moda y contravalores que como los tatuajes tarde o temprano le pasan la cuenta, no puede la televisión en estos casos dejar de mostrar el desprecio de esa “cultura” inculta que quiere suplantar e imponerse como modernismo o posmodernismo cuyo conocimiento aun me es ajeno.
Me recordó también que en uno de los intentos fallidos en su blogs o en coloquiando le hacia referencia a como veían los habaneros las cosas y como se veía y eran en las provincias, yo exprese entonces que cuando llegaba a la habana no tenia la sensación de estar en cuba, solo cuando salía de ella o cuando llegaba a Holguín finalmente sentía al verdadero cubano, así sigo pensando y se me afianza cada día, la Habana es tierra de nadie, entre el capitalismo y el socialismo siempre en construcción o quizás en destrucción, la corrupción es tan evidente y se te expone con tanto cinismo la defensa al derecho de practicarla que te sorprende y repulsa cuando se comete con bienes del estado, como el Taxista sin Taxímetro, o el dentista que te repara tu dentadura en el Policlínico y te cobra en CUC, y e conversado con personas que han perdido la perseccion de esto como delitos.