lunes, 8 de noviembre de 2010

FILOSOFÍA DE LOS OLORES



Por Luis Sexto

Lo político pudiera ser un detalle vinculado al olfato si reconociéramos que a Cuba se le puede percibir en diversos olores. Los emigrantes que se paran sobre el punto que marca las noventa millas entre Cuba y los Estados Unidos en Cayo Hueso, al olisquear el aire creen sentir el olor de la nostalgia. Y si fuera solo la morriña gallega, la añoranza por el país de origen, los amigos, la lengua, no fuera peligrosa; quizás anticipara un estado poético. Pero muchos de cuantos se recuestan del lado de los recuerdos, añoran la Cuba sin revolución. Y ese sentimiento de vacío se convierte en violenta potencialidad, en peligroso deseo de revancha.
Parejamente, en La Habana, muchos de cuantos se suben en el muro del Malecón a pasar las horas frescas de la noche, y tantean con la nariz el norte, reciben el olor de la desconfianza o de la esperanza, dependiendo el primero de la actitud política favorable a la revolución y el segundo, en un apreciable grado, de las aspiraciones económicas. Tal vez esos tres -nostalgia, desconfianza y esperanza- sean los olores básicos que el aire del mar ofrece a los cubanos del lado de allá del estrecho de la Florida y del lado de acá, desde donde escribo.
Al llegar a tal conclusión, uno lamenta la azarosa providencia geográfica que puso a la Isla de Cuba a emerger en esta posición tan crucial, fiel de América que dijera Martí, crucero entre el Viejo y el Nuevo Mundo. Es fácil reconocerlo: ha sido un incómodo destino existir tan solo a cuatro brazadas del país que alcanzaría tanta influencia y poder como para que los cubanos lo viéramos, unos, como la "tierra prometida" y, otros, como el sitio de donde dimanan toda amenaza y todo riesgo.
Parece claro: la fase violenta, vengativa de la nostalgia en Miami, influye directamente en el olor de la desconfianza que muchos cubanos huelen, ayer y hoy, en el lenguaje agresivo de los medios del llamado exilio y, por supuesto, de las instituciones de Washington. Con cincuenta años de argumentos, está justificada la sospecha acerca de qué se puede esperar de esa ciudadela de la contrarrevolución en que se convirtió Miami desde 1959. Y así, mientras el conflicto ideo político esté planteado en términos hostiles, a los cubanos que respiran en la isla les resultará fácil defenderse: reconocen al enemigo; coliman el blanco, y hallan en la posibilidad de la agresión las justificaciones para la resistencia numantina.
No resulta tan simple, en cambio, anular o disminuir la intensidad del efluvio de "esperanza” que otros cubanos creen sentir cuando abren las ventanas de su olfato con un ademán también nostálgico, pero de una nostalgia distinta: la que añora lo que no conoce y estima como el sésamo ábrete que decretará la prosperidad personal. La emigración, legal o ilegal, pues, se erige en fórmula básica para que los que aspiran a vivir presumiblemente mejor, toquen su "sueño americano".
¿Cómo habrá de impedir la Cuba socialista los olores que, envueltos en blanco de nubes, llegan tentando a muchos, en particular a jóvenes, en cifras inquietantes? En esta faceta de las hostilidades entre ambas orillas, los cañones no resuelven. No soy el primero que lo afirma. Y me parece que, a pesar de cualquier aparente duda de los habitantes del archipiélago cubano que no hayan tenido oportunidad de asumir otra posición que no sea la del "espectador crítico", las ideas más lúcidas en Cuba tienden a percatarse de que para reducir el trasiego clandestino de personas y los efectos de la ley de ajuste migratorio que lo estimula, lo primordial será cuanto se haga dentro del país, para que nadie tenga que buscar en el extranjero lo que podría tener, aun más modestamente, en el interior. Y sin esperar a que la racionalidad germine entre los asesores y ejecutivos del poder político en Washington.
Hasta ahora, en los últimos 20 años, Cuba ha resistido siguiendo una estrategia que ha apostado mayormente al tiempo, al tiempo que depare un golpe de suerte, toque mágico que haga brotar el subsuelo la riqueza que pueda financiar necesidades e incluso ineficiencias. Pero el tiempo suele también no traer lo que esperamos. Y con notoria ansiedad ante las posibilidades de desarrollo interno, percibimos un nuevo olor: el de modificar, ahora, estructuras económicas que promuevan una respuesta creadora a las urgencias presentes. En Cuba, como dije una vez, las cosas a veces se conciben, maduran y pasan soterradamente. No olvidemos que la desconfianza en los actos procedentes de los Estados Unidos y sus adeptos condiciona cualquier movimiento interior. Aparte de las trabas y distorsiones burocráticas, que son otro tipo de enemigo, las cautelas rodean las decisiones que a veces creemos demasiado lentas. ¡Cuidado!, dice un combatiente suspicaz: el enemigo está al tanto de cualquier grieta. Pero la sociedad cubana, por muchos años rigidizada, sacude el almidón que la inmovilizaba en su lealtad a un paradigma socialista ya descalificado por la historia. Y aclaro: No es que el socialismo haya fracasado, sino que el modo de implantarlo fue el que se frustró en Europa por su incapacidad de autorregularse.
Cuba, en efecto, sigue moviéndose, aunque lentamente, dentro de la lógica de su olfato político: cambiar lo caduco sin comprometer la solidez del poder de la Revolución. Con los nuevos decretos y resoluciones laborales, si la burocracia no nos entretiene, el individuo tendrá mayor espacio para decidir y definir su situación doméstica. Ya no habrá que esperar la mano dadivosa del Estado para un aumento de suelto o de pensión, que por momentos hay que aplazar. Si usted lo necesita o si quiere vivir más holgadamente podrá trabajar más. Por primera vez el principio de que el trabajo sea la verdadera fuente de riqueza y bienestar, empieza a formalizarse en un cuerpo social y jurídico, sin más limitaciones que las que tiendan a preservar la legalidad escoltada por la razón.
Tal vez exagero, o quizás soy, por esta vez, demasiado optimista, pero mi olfato cree que el desencanto equivaldría a la ruina.

2 comentarios:

APICALTERNATIVA dijo...

La suerte está echada a cara o cruz.O Cuba produce los bienes materiales que la población necesita, o tendrá que adquirirlos en otros paises y recurso no hay para tales gastos.El peor olor que daña a Cuba en estos momentos, es el olor a la flor del marabú.
Según la prensa cubana, hubo que desbrozar kilómetros de marabuzales, para el acercamiento al lugar donde lamentablemente cayó un avion de pasajero.
Sin embargo la solución viable que seria hacer producir esas tierras, se dilata y unido a eso,es poco el interés por parte de la población para hacerlas producir.No obstante la solución está en la tierra, en su producción racional, es por ello que se ha dicho muy recientemente,que si no se gana en la lucha por levantar la economía se caerá inevitablemente en el "vacio".

La economía no puede jugar a estocadas de ciegos,ni a improvizaciones de neófitos en la materia, que esten en los cargos de dirección en virtuid de su fidelidad teórica aun programa político; ësta tiene que estar dirigida por los hombres capacitados para que se encamine racionalmente por el camino correcto.Pero no solamente la economía es la base fundamental de la prosperidad de los pueblos.Con el bienestar económico han de ir juntos los requerimientos del alma y del epíritu,ya que no "solo de pan vive el hombre".
El individuo tiene que sentirse libre de cargas innecesarias que no le permiten caminar con soltura.
No hay nada mejor para el hombre que el olor a tierra mojada,acompañada del canto del gallo y el trinar de los pájaros en el monte,pero con la mirada hacia un futuro mejor, pero no tan lejano que no llegue nunca.

Rev Leonides Penton Amador

La Mano Amiga Internacional Inc dijo...

Juan Cristobal Nápoles Fajardo,el cucalambé.


"Un indio desde una roca
miraba el cielo cubano....

Un silbido se escapó
de sus labios, y al momento,
con pausado movimiento
una indiana apareció.
Cuando a la roca subió,
el indio ante ella se inclina.
Fue su frente peregrina
el imán de su embeleso:
oyóse el rumor de un beso
y le dijo: —¡Adiós, Guarina!

—¡Oh! no, mi bien, no te vayas
—dijo ella entre mil congojas—,
que tiemblo como las hojas
de las altas siguarayas.
Si abandonas estas playas,
si te separas de mí,
lloraré angustiada aquí
cuando tu nombre recuerde
como el pitirre que pierde
su nido en el ponasí....

Oyó el indio enternecido
tan triste lamentación:
palpitó su corazón
y se sintió conmovido.
Ahogó en su pecho un gemido
la viramesa infelice,
y el indio que la bendice
y más que nunca la adora,
las blancas perlas que llora
enjuga tierno y le dice:

—¡Oh Guarina! Ya revive
mi provincia noble y bella,
y pisar no debe en ella
ningún infame caribe.
Tu ardiente amor no me prive,
mi Guarina, de ir allá....
»Yo soy “Hatuey”, indio libre....
Deja que de nuevo vibre
mi voz allá entre mi grey...
y sepan que aún vive Hatuey....

»Tolera y sufre, bien mío,
de tu fortuna el azar;
pues también sufro al dejar
las riberas de tu río.
Siento dejar tu bohío,
silvestre flor de Virama,
y aunque mi pecho te ama,
tengo que ser ¡oh dolor!
sordo a la voz del amor,
porque la patria me llama.

Así dice aquel valiente,
llora, suspira, se inclina,
y a su preciosa Guarina
dio un beso en la tersa frente.
Beso de amor, beso ardiente;
sublime, sonoro y blando.
Y ella con otro pagando
de su amante la terneza,
alza la negra cabeza
y le dice sollozando:

—Vete, pues, noble cacique,
vete, valiente señor.
Pues no quiero que mi amor
a tu patria perjudique.
Mas deja que te suplique,
como humilde esclava ahora,
que si en vencer no demora
tu valor, acá te vuelvas;
porque en estas verdes selvas
Guarina vive y te adora.

—¡Sí! volveré, ¡indiana mía!
—el indio le contestó,
y otro beso le imprimió
con dulce melancolía.
De ella al punto se desvía,
marcha en busca de su grey,
y cedro, palma y jagüey
repiten en la colina
el triste adiós de Guarina,
el dulce beso de Hatuey"

!Que cubano no anhela aspirar la fragancia de la flor del tababaco,de la bella flor de Virama?

Rev Leonides Penton Amador.