sábado, 22 de agosto de 2009

AL PIE DE LAS LETRAS (1)

Por Luis Sexto

Un cuento, un cuento breve, puede esconder una trampa o un suicidio. Si el cuento es bueno, efectivo, el lector se entrampa con gusto; le satisface que le muerdan una pierna cuando, al final se percata de que si antes algún desenlace supuso, le resulta fallido, porque la historia termina como no esperaba el lector. Si fuera al revés, si pudiera adivinarse el final, sería entonces como un suicidio para el autor, que muere por propia mano en las primeras líneas, en el medio o en las palabras finales.
He recordado esta teoría con el propósito de comentar un libro de cuentos titulado El invitado, publicado por Ediciones Holguín. Su autor es Leandro Estupiñán, de 32 años, periodista de profesión y escritor por el derecho de la vocación y del talento.
No sé qué encarecer más en este libro llamado tan lacónicamente El invitado, título de uno de los mejores cuentos del volumen, que en total recoge ocho en 82 páginas. No sé qué elogiar más, digo, si el ritmo vertiginoso de una prosa que no deja espacios para el aburrimiento, o la trama de estas historias que si bien parecen colmadas de acción por el ritmo entrecortado de las frases, tienen, básicamente, una acción interna. Creo descubrir que todo cuanto pasa, pasa por dentro de los personajes y de la atmósfera que los encapsula en una densidad urbana contemporánea, casi doméstica.
En general, lo que más sobresale ante el juicio de este comentarista, es la capacidad de ironía de Leandro Estupiñán. La ironía, recurso legítimo y raro, dirige a mi criterio los mejores cuentos de El invitado. Es una ironía regulada, sin herir, aunque punza y provoca al lector, que permanece en silencio tratando de completar el desenlace que le parece increíble. Por ejemplo, el cuento titulado “Abdución” es una página ejemplar del uso de la ironía, aunque todo cuanto se nos da en El invitado viene envuelto en una metáfora o en una alegoría que nos invita a ejercer la inteligencia, mientras el autor a nuestro lado sonríe con media sonrisa.
Ahora bien, si me preguntaran qué recomendarle a este autor joven, que con tantas certezas se estrena, tal vez le diría que mantenga en cuarentena los excesos, que retenga algunos datos de los cuales se pueda prescindir, y que de vez en cuando distienda el ritmo, lo arremanse. Bueno, en fin, Leandro Estupiñán es un nombre que mañana o pasado mañana estará habituándonos a la sorpresa. Y hasta otro día al pie de las letras.

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