Por Luis Sexto
Una carta difundida en Hablando Claro, espacio de Radio Rebelde donde me enaltece participar tanto como en este periódico, nos recordó hace pocos días que los problemas tienden a engordar –esa es la frase del autor- si no se les ataca o si ni siquiera se les oye. No es mi propósito reproducir el texto en esta columna. Me valgo de ella en términos generales, solo para reflexionar sobre cómo ciertos problemas pueden derivar en un problema mayor, incluso irresoluble, a causa de la indiferencia.
El tiempo, lo reconocemos casi intuidamente, no se parece a una cuenta de ahorro que acumule intereses millonarios. Más bien, el tiempo carece de fondos. Y desde muy joven aprendí a nombrar esa actitud de echar al rincón las urgencias como “convivir con los problemas”. Desde luego, resulta cómodo mirar solo hacia un solo lado, allí donde hemos previsto que todo discurra planamente. Pero si en la peripecia doméstica, olvidarse del salidero o despreocuparse de con quiénes juegan y pasean nuestros hijos implica abocarse a una tragedia familiar, en lo político y lo social el resultado aumenta sus capítulos e incisos.
Cuando Raúl se refirió en 2007 a la necesidad de cambiar conceptos, me figuro que también incluía el cambio de la mentalidad predominante entre nosotros; a esa visión rígida, solemne, casi litúrgica, que aguarda por que alguien, de más arriba, levante el dedo para actuar. Vivimos perennemente en guardia, en una mentalidad de control y autocontrol que, evaluada en su provecho práctico, enrarece y deforma un tanto el clima de creación y trabajo en el país.
Esa mentalidad de hierro fundido, engordada en los años de periodo especial, tiene diversos ingredientes. Uno de ellos se remite a la estructura vertical de nuestra sociedad. Lo que quizás, por razones de supervivencia, fue necesario en un momento, hoy, en circunstancias internas y externas distintas, entorpece el avance hacia un país superior, capaz de multiplicar las posibilidades del gobierno del pueblo, para el pueblo y, sobre todo, con el pueblo, ente que compone la imprescindible base horizontal en Cuba. Si esa base faltara, cualquier sistema de raíz popular se transformaría en un régimen burocrático.
Por tanto, ese concepto estrecho de los deberes políticos, ese creer que hacemos bien cuando callamos nuestro parecer o reprimimos un juicio polémico determina que muchos de los espacios sean pobremente utilizados. Dicho de otra manera: hemos convertido en norma el creer que todo peligra si pensamos en voz alta o si actuamos sin órdenes ante las urgencias que en nuestro espacio se levantan. ¿En qué han venido a resultar, por ejemplo, las asambleas, o algunas de las asambleas, de rendición de cuentas, ámbito eminentemente democrático y socialista que, en diversos aspectos ya carece de la atmósfera de intercambio, de pulso que mi memoria aún conserva? Contemporáneamente hemos -yo al menos- soportado que cierto delegado nos advierta: no me hablen de esto, y de esto ni de esto otro... El análisis racional nos recomendaría, en cambio, que por ser esos los asuntos complicados merecerían la discusión colectiva.
La fría retórica, en suma, distingue a muchos actos y debates. Una retórica cautelosa que habla en nosotros para diluirse en el plural, que no compromete. Pero ¿alguien acaso puede asegurar que en nuestro país esté vigente una estrategia de la indiferencia, un código de la pasividad, una arquitectura que diseñe oficinas para que no penetren quejas e inquietudes y no salgan soluciones ni explicaciones responsables?
Responsables, en efecto. Porque toda acción que intenta resolver problemas o toda palabra que pretenda explicar el porqué no se pueden solucionar es un acto de responsabilidad. Lo irresponsable sería echarles el maíz de la indiferencia para que engorden, como dijo aquel oyente cuando nos escribió a Hablando Claro pidiendo que comentáramos su particular situación después de dos años yendo de una a otra oficina, y ver al fin cómo se abultó lo que, atendido a tiempo, hubiera resultado menos costoso. El sobrepeso, aun en los problemas, compromete el paso y la salud.
domingo, 7 de marzo de 2010
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3 comentarios:
Saludos, Luis: Suscribo su artículo al ciento por ciento. Como creo haber escrito en alguna ocasión: El Poder Popular tiene definitivamente que ser, de verdad, PODER POPULAR. En las condiciones actuales, si no cumplimos con esa máxima, si no horizontalizamos de una buena vez a nuestra sociedad, iremos de cabeza al fracaso, y si ese hecho fue triste y dañino en muchos países del antiguo campo socialista, para nosotros sería desastroso. Creo que es hora de que algunos de nuestros dirigentes se den cuenta de que no se puede "defender la revolución" yendo en contra de la mayoría de los cubanos. A veces siento que el concepto de lo que es o no es revolucionario se ha convertido en monopolio exclusivo de un grupo de personas que, lamentablemente se hayan a años luz de su pueblo. Gracias. Alfonso Teijelo.
Lo que si puedes estar seguro, Luis Sexto, es de que en este problema no es la poblacion la que anda mal sino la relacion entre el partido gobernante, el PCC, y el gobierno cubano, ya que en toda America Latina ningun gobierno, ni partido en el poder cuenta con las fuerzas productivas que existen en Cuba en estos momentos con comunidades cientificas y poliglotas, inclusive en zonas campesinas, eso jamas te lo vas a encontrar en el resto de latinoamerica, o sea, que si no hay avance. la incapacidad esta en la relacion entre el partido en el poder y el gobierno y su diseno.
Y te voy a poner un simple ejemplo: cuando yo era nino y en Cuba los analfabetos eran mas del 80 por ciento ibas a una terminal de omnibus en cualquier pueblo, por pobre que fuera, y podias esperar tu omnibus sentado, podias comprar revistas, periodicos, frituras, emparedados, incluso habia mesas donde te servian comidas a bajo precio, hoy, con casi un millon de universitarios estudiando, vas a una terminal y la cerraron a la diez de la noche hasta las seis de la manana del otro dia, si eres un viajero, te partio un rayo porque no tienes ni un bano donde hacer tus necesidades, nada, en un pueblo que no conoces, de madrugada, con lluvia, frio y un monton de paquetes, ?que logica de gobierno y partido tiene eso, si cincuenta anos atras ese mismo viajero disfrutaba de innumerables comodidades y decenas de ofertas de comidas acabadas de hacer, a bajo precio, el bloqueo, los americanos...?
Gracias, Luis. El mayor problema que enfrentan las sociedades es el dogmatismo; hacer decisiones basandose en ideología sin tomar en cuenta los resultados de esas decisiones. Cuando el resultado es negativo, cuando hace falta mejorar algo, debemos de cambiar de rumbo. En Cuba, no se fomenta el dialogo, la originalidad, ni la revolución (cambiar lo que debe ser cambiado). Lo que el dogmatismo fomenta es el estancamiento y el desencanto.
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