El autor de esta carta, Rev. Leonidas Pentón Amador, me ha pedido la inserte en mi blog. Fue publicada un poco antes de la derogación total de los impedimentos que limitaban los viajes de los cubanos y cubano-americanos a Cuba, pero no ha perdido totalmente su actualidad. Por tanto, quede satisfecha la petición del compañero y amigo Pentón, residente en La Florida, desde donde irradia su fe solidaria.
Sr Presidente Barack Obama: El pueblo de los Estados Unidos y todas las naciones del mundo tienen sus ojos puesto en usted en lo que se refiere a sugestión de gobierno. En medio de esta crisis por la que se está pasando en todos las latitudes y que afecta la vida cotidiana de todos. Se hace imprescindible la ejecución correcta de todo lo que tenga que ver con la política tanto nacional como internacional. Para ello se necesita la luz del Creador y la sagacidad política de aquellos que han sido elevados por sus pueblos a una posición de liderazgo.
Sr Presidente: Desde el primer momento Usted ha querido iniciar un contacto directo con su pueblo y, para ello se ha valido de los medios de comunicación, en especial la Internet que llega a millones de personas. Creo es una iniciativa de su gobierno que será ampliamente usada para que usted conozca directamente de parte del pueblo mismo, sin ninguna opinión tergiversadora, todo lo que un presidente debe saber en relación con las cosas que le interesan y que afectan de una manera u otra a cada individuo que está bajo su gobierno.
Sr. Presidente. Sabiendo de antemano que seré oído por usted, y haciendo uso de esta oportunidad para hacerme oír por usted directamente, quiero dar mi humilde opinión sobre un tema que a muchos cubanos y cubano americanos nos afecta. El temaes Cuba. Es Cuba, que nos vio nacer y que conformó nuestra personalidad y nuestra cultura. Esa Cuba que llevamos dentro con su historia y sus recuerdos.
¿Quien ignora la situación económica y social por la cual está pasando Cuba en estos momentos? ¿Quien ignora los efectos negativos de un embargo económico que ha tratado de propiciar cambios sociales con la mira de que se logre la implantación de un modelo económico determinado? El tiempo ha demostrado que esa política de confrontación no ha dado los resultados buscados. Mas bien lo que se ha logrado es una cuota muy grande de sacrificios y penalidades a un pueblo noble y digno que
merece respeto y consideración universal.
Sr Presidente: La política hacia Cuba no debe ser la confrontación y mucho menos la de imposiciones de ningún tipo. Cuando se imponen restricciones a los viajes de los cubanos para que no se dé el acercamiento familiar que es un derecho humano fundamental, lo que se hace es una ruptura con la cordura y la sana y correcta política que han de llevar a cabo, para el bien de todos, los que han sido llamados a dirigir las naciones y los pueblos.
Sr Presidente: La inmensa mayoría de los cubanos recibió con satisfacción la flexibilización de los viajes a Cuba que recientemente se logró bajo su gobierno. Pero todavía no es todo lo que esperamos de su gobierno. Creemos que el paso en la dirección correcta será la total derogación de esas medidas antihumanas que todavía están vigentes y además que termine de una vez y para siempre el embargo económico que dificulta el desarrollo de un pequeño país como lo es Cuba.
Sr Presidente.
Ciertamente hay voces que se levantan para pedir a usted y a su gobierno, que la política hacia Cuba sea del mismo tenor de la que tuvo el ex presidente Busch y que nada logró sino una cuota de sufrimiento mayor para el pueblo cubano. Su gobierno tiene una mirada hacia adelante en la búsqueda de soluciones a todos los problemas que aún existen y que usted heredó. No pierda usted la oportunidad de ser el presidente que termine con la política de confrontación en relación a Cuba.
Muy respetuosamente,
Rev Leonides Pentón Amador
Presidente
La Mano Amiga Internacional Inc
http://reflesionycompromisociudadano.blogspot.com/2010/07/carta-abierta-al-presidente-barack.html
lunes, 26 de julio de 2010
martes, 20 de julio de 2010
CUBA, CRISIS Y RAZONES
Por Luis Sexto
Al menos entre los cubanos, la definición común de “estar en crisis” equivale a “estar en candela”, a punto de pasar de la carne a la ceniza. Otras culturas menos ardientes la asumen con un sentido menos catastrófico. Su raíz es también raíz griega de criterio, y criterio es sinónimo de juicio, y juicio es, por tanto, evaluación. Así, “estar en crisis” viene siendo estar sometido a juicio, a examen, punto crucial donde la disyuntiva posible marca las rutas hacia el previsible destino de mejorar o asumir su contrario.
Pues bien, esta pretendida referencia erudita ha venido a este espacio, porque podríamos admitir que Cuba “está en crisis”, pero en el sentido constructivo de ese término tan recurrente y a veces tan alarmista. Juzgada sin prejuicios, la situación cubana presenta interrogantes que provocan dudas. ¿Saldrá del círculo crítico alzando el dedo pulgar hacia arriba, como los vencedores? ¿O el juicio que toda crisis implica lo tirará hacia abajo, como condenando a muerte el orden que pervive desde hace 50 años entre períodos de diverso signo? Unas veces, la Cuba revolucionaria ha mostrado una especie de salud blindada; otras, la fiebre ha aparecido como síntoma de lucha contra anticuerpos internos que no hay porqué callar o reducir en su naturaleza, y de combate contra agresiones externas que los interesados en atizar reducen a incidentes de escasa influencia, como el bloqueo, por unos llamado embargo en un matiz bilateral cuando su alcance toca a terceros países con las leyes Torricelli y Helm-Burton, que prohíben –y parece que ya muchos lo han olvidado- el comercio y las inversiones con Cuba bajo la amenaza de perder lo invertido cuando el “castrismo” haya hecho sus maletas. Súmenle a ese andamiaje de guerra económica, la campaña de los grandes medios que justifican e incrementan la injerencia de los Estados Unidos y de poderosos países europeos en los asuntos solo atinentes a Cuba y a los cubanos.
De ello, de lo que proviene del extranjero este articulista ha escrito ya en esta página. Vengamos a insistir, pues, en lo interno. Porque, aparte del papel entorpecedor de lo externo, dentro y fuera, lo que a mi parecer echará del lado positivo la crisis cubana es la solución de sus desajustes y disonancias económicas interiores, antes de que lo económico pase a lo político. La solución requerirá, pues, resolución en el acometimiento de un proceso que ya se empieza a llamar de “actualización” y que ciertas opiniones tachan de insuficiente en el contenido semántico del término. Y con ello tengo que admitir que la unidad nacional en torno al programa socialista –independencia y justicia social en lo básico- va convirtiéndose en una unidad diversa y no uniforme, porque en cuanto al sentido de la acción de “actualizar”, ciertas opiniones que circulan por lo que llamamos la red local o en la conversación cotidiana, se preguntan si el propósito “actualizador” implica reanimar los despojos del llamado socialismo real, fracasado en la ya ex Unión Soviética y los ex países socialistas europeos.
Como es evidente, el gobierno del presidente Raúl Castro, aparte de ser el primero en reconocer públicamente la urgencia de cambios estructurales y de conceptos en Cuba, actúa explícitamente con la cautela como táctica. Porque no parece atinado corregir o modificar de golpe, virándola al revés, una realidad atenazada por contradicciones de índole organizativa y por desajustes éticos en la conciencia social. De acuerdo con las intenciones que pueden pulsarse en gestos a simple vista sin importancia y palabras que no han renunciado al compromiso del cambio, quizás “actualizar” no suponga maquillar la organización económica envejecida, sino ponerla al día arrumbando cuanto ya ha dejado de funcionar o nunca funcionó con eficiencia y efectividad encontrándole sustituto apropiado.
Habría que padecer de una insuficiencia política enfermiza para no percatarse de la necesidad de andar con sigilo en un proceso reordenador, uno de cuyos enemigos podría estar operando entre las filas de una maraña burocrática con espacio para decir que “no”a cualquier “si”, sin que sea fácil anularla. Un proceso que exige también andar con pie de pluma ante un cúmulo de revolucionarios extremistas, obsedidos, como en un reflejo condicionado, por el fantasma de la propiedad privada, previendo tinieblas donde se pretende iluminar. Pero si todo ello implica la subjetividad, no son menos drásticos los problemas concretos del país, al que también alcanza la crisis mundial por su condición de pequeño y subdesarrollado archipiélago, urgido del mercado exterior para solventar necesidades primordiales de abastecimiento y de una política social desproporcionada con sus posibilidades de ejecución.
En las últimas semanas, los debates en la X Semana Social Católica repararon en los variados desafíos de Cuba. Entre estos, el envejecimiento de la población. Y tal característica demográfica amenaza con que dentro de diez o quince años, los cubanos integren la población más vieja de América Latina, con las implicaciones negativas en la esfera laboral y en la línea de la seguridad social. ¿Cuántos trabajarán y a cuántos habrá que mantener por vejez o invalidez?
Si entre los principios estratégicos que podrían informar la “actualización” -o la reforma para ser más claros-, el trabajo está destinado a erigirse en el principio generador y regulador de toda riqueza, uno podría imaginar hasta dónde, en lógico plan, se extenderán los límites de un reordenamiento que tenga en cuenta su inserción dentro de una fuerza de trabajo calificada pero envejecida, con escaso relevo. Los pareceres más optimistas atribuyen la baja natalidad a que las mujeres cubanas disponen de oportunidades de país desarrollado en economía subdesarrollada. La revolución facilitó a las mujeres opciones distintas y a veces opuestas a sus tareas tradicionales de atender la casa familiar y parir hijos. Hoy componen el 66 por ciento de los técnicos y profesionales y el 38 por ciento de la fuerza dirigente, es decir, cuentan con un camino de concreción personal, de justificación existencial que quizás las inhiba de asumir, como en una única misión, el ser madres. Desde luego, sea exacto apuntarlo, los prejuicios existentes no garantizan a las mujeres el ejercicio sin trabas de su capacidad profesional.
A pesar de la veracidad de los datos, el problema demográfico responde también a un mecanismo de abstención ante una realidad un tanto adversa, inestable y con no claras garantías de superación. Por tanto, la disminución de los partos, de los hijos por familia, incluso la incidencia frecuente del divorcio, pueden estar asociados a la escasez de vivienda, a la desproporción entre trabajo y remuneración, y a la vulnerabilidad de la economía cubana en un mundo tan agobiado que coletea y distribuye hostilidad, aunque en lo social todavía en Cuba la maternidad disponga de una atención priorizada, gratuita y con leyes que la respalden.
Los mencionados no son los únicos problemas internos. Mas, no resultará conveniente alargar este artículo. Y podríamos terminar repitiendo la pregunta del inicio: ¿está Cuba en crisis? Lo está. La cercan muchas desventajas. Pero una ventaja le sostiene la certeza de romper el círculo: está viva. Esto es, el espíritu que trajo la revolución del 59 sigue vigente. Y estar vivo implica que una incalculable cifra de cubanos se halla en facultad de readecuar ideales y empeños socialistas a las urgencias de la hora. Hora que también se mueve rápidamente en un reloj cuyas agujas acortan el tiempo. (Tomado de Progreso semanal)
Al menos entre los cubanos, la definición común de “estar en crisis” equivale a “estar en candela”, a punto de pasar de la carne a la ceniza. Otras culturas menos ardientes la asumen con un sentido menos catastrófico. Su raíz es también raíz griega de criterio, y criterio es sinónimo de juicio, y juicio es, por tanto, evaluación. Así, “estar en crisis” viene siendo estar sometido a juicio, a examen, punto crucial donde la disyuntiva posible marca las rutas hacia el previsible destino de mejorar o asumir su contrario.
Pues bien, esta pretendida referencia erudita ha venido a este espacio, porque podríamos admitir que Cuba “está en crisis”, pero en el sentido constructivo de ese término tan recurrente y a veces tan alarmista. Juzgada sin prejuicios, la situación cubana presenta interrogantes que provocan dudas. ¿Saldrá del círculo crítico alzando el dedo pulgar hacia arriba, como los vencedores? ¿O el juicio que toda crisis implica lo tirará hacia abajo, como condenando a muerte el orden que pervive desde hace 50 años entre períodos de diverso signo? Unas veces, la Cuba revolucionaria ha mostrado una especie de salud blindada; otras, la fiebre ha aparecido como síntoma de lucha contra anticuerpos internos que no hay porqué callar o reducir en su naturaleza, y de combate contra agresiones externas que los interesados en atizar reducen a incidentes de escasa influencia, como el bloqueo, por unos llamado embargo en un matiz bilateral cuando su alcance toca a terceros países con las leyes Torricelli y Helm-Burton, que prohíben –y parece que ya muchos lo han olvidado- el comercio y las inversiones con Cuba bajo la amenaza de perder lo invertido cuando el “castrismo” haya hecho sus maletas. Súmenle a ese andamiaje de guerra económica, la campaña de los grandes medios que justifican e incrementan la injerencia de los Estados Unidos y de poderosos países europeos en los asuntos solo atinentes a Cuba y a los cubanos.
De ello, de lo que proviene del extranjero este articulista ha escrito ya en esta página. Vengamos a insistir, pues, en lo interno. Porque, aparte del papel entorpecedor de lo externo, dentro y fuera, lo que a mi parecer echará del lado positivo la crisis cubana es la solución de sus desajustes y disonancias económicas interiores, antes de que lo económico pase a lo político. La solución requerirá, pues, resolución en el acometimiento de un proceso que ya se empieza a llamar de “actualización” y que ciertas opiniones tachan de insuficiente en el contenido semántico del término. Y con ello tengo que admitir que la unidad nacional en torno al programa socialista –independencia y justicia social en lo básico- va convirtiéndose en una unidad diversa y no uniforme, porque en cuanto al sentido de la acción de “actualizar”, ciertas opiniones que circulan por lo que llamamos la red local o en la conversación cotidiana, se preguntan si el propósito “actualizador” implica reanimar los despojos del llamado socialismo real, fracasado en la ya ex Unión Soviética y los ex países socialistas europeos.
Como es evidente, el gobierno del presidente Raúl Castro, aparte de ser el primero en reconocer públicamente la urgencia de cambios estructurales y de conceptos en Cuba, actúa explícitamente con la cautela como táctica. Porque no parece atinado corregir o modificar de golpe, virándola al revés, una realidad atenazada por contradicciones de índole organizativa y por desajustes éticos en la conciencia social. De acuerdo con las intenciones que pueden pulsarse en gestos a simple vista sin importancia y palabras que no han renunciado al compromiso del cambio, quizás “actualizar” no suponga maquillar la organización económica envejecida, sino ponerla al día arrumbando cuanto ya ha dejado de funcionar o nunca funcionó con eficiencia y efectividad encontrándole sustituto apropiado.
Habría que padecer de una insuficiencia política enfermiza para no percatarse de la necesidad de andar con sigilo en un proceso reordenador, uno de cuyos enemigos podría estar operando entre las filas de una maraña burocrática con espacio para decir que “no”a cualquier “si”, sin que sea fácil anularla. Un proceso que exige también andar con pie de pluma ante un cúmulo de revolucionarios extremistas, obsedidos, como en un reflejo condicionado, por el fantasma de la propiedad privada, previendo tinieblas donde se pretende iluminar. Pero si todo ello implica la subjetividad, no son menos drásticos los problemas concretos del país, al que también alcanza la crisis mundial por su condición de pequeño y subdesarrollado archipiélago, urgido del mercado exterior para solventar necesidades primordiales de abastecimiento y de una política social desproporcionada con sus posibilidades de ejecución.
En las últimas semanas, los debates en la X Semana Social Católica repararon en los variados desafíos de Cuba. Entre estos, el envejecimiento de la población. Y tal característica demográfica amenaza con que dentro de diez o quince años, los cubanos integren la población más vieja de América Latina, con las implicaciones negativas en la esfera laboral y en la línea de la seguridad social. ¿Cuántos trabajarán y a cuántos habrá que mantener por vejez o invalidez?
Si entre los principios estratégicos que podrían informar la “actualización” -o la reforma para ser más claros-, el trabajo está destinado a erigirse en el principio generador y regulador de toda riqueza, uno podría imaginar hasta dónde, en lógico plan, se extenderán los límites de un reordenamiento que tenga en cuenta su inserción dentro de una fuerza de trabajo calificada pero envejecida, con escaso relevo. Los pareceres más optimistas atribuyen la baja natalidad a que las mujeres cubanas disponen de oportunidades de país desarrollado en economía subdesarrollada. La revolución facilitó a las mujeres opciones distintas y a veces opuestas a sus tareas tradicionales de atender la casa familiar y parir hijos. Hoy componen el 66 por ciento de los técnicos y profesionales y el 38 por ciento de la fuerza dirigente, es decir, cuentan con un camino de concreción personal, de justificación existencial que quizás las inhiba de asumir, como en una única misión, el ser madres. Desde luego, sea exacto apuntarlo, los prejuicios existentes no garantizan a las mujeres el ejercicio sin trabas de su capacidad profesional.
A pesar de la veracidad de los datos, el problema demográfico responde también a un mecanismo de abstención ante una realidad un tanto adversa, inestable y con no claras garantías de superación. Por tanto, la disminución de los partos, de los hijos por familia, incluso la incidencia frecuente del divorcio, pueden estar asociados a la escasez de vivienda, a la desproporción entre trabajo y remuneración, y a la vulnerabilidad de la economía cubana en un mundo tan agobiado que coletea y distribuye hostilidad, aunque en lo social todavía en Cuba la maternidad disponga de una atención priorizada, gratuita y con leyes que la respalden.
Los mencionados no son los únicos problemas internos. Mas, no resultará conveniente alargar este artículo. Y podríamos terminar repitiendo la pregunta del inicio: ¿está Cuba en crisis? Lo está. La cercan muchas desventajas. Pero una ventaja le sostiene la certeza de romper el círculo: está viva. Esto es, el espíritu que trajo la revolución del 59 sigue vigente. Y estar vivo implica que una incalculable cifra de cubanos se halla en facultad de readecuar ideales y empeños socialistas a las urgencias de la hora. Hora que también se mueve rápidamente en un reloj cuyas agujas acortan el tiempo. (Tomado de Progreso semanal)
jueves, 15 de julio de 2010
LOS HÉROES PUEDEN MORIR DOS VECES
Por Luis Sexto
La Historia no es una secesión de hechos sucedidos sucesivamente, como aseguraba cierta ingenua definición que aprendí en mi lejana infancia -¿podemos verdaderamente creer lejana nuestra niñez?-, cuando transitaba por la primaria. No quisiera ahora redefinir la historia. No hallaría la fórmula exacta. A mí, como decía Juan Ramón Jiménez refiriéndose a la poesía, más me gusta sentir la Historia que definirla. Y sentirla, a mi entender, equivale a voltear la vista, observar la teoría de años y siglos que nos anteceden y reconocernos en la masa de hechos y dichos que parten de nuestras espaldas hacia el pasado, y obrar por que el futuro sea fiel a las corrientes matrices de nuestra personalidad como pueblo.
Lo aprendí tardíamente. De adulto. Crecí sin que nadie me dijera que en la porción sur de mi pueblo, bajo unos mangos, amarraba su hamaca o su caballo el Mayor General Francisco Carrillo. No había entonces historia local. Ni geografía de patio. Qué emoción cuando, muchos años después de marcharme, supe que aquel río donde me bañaba se nombraba Caunao, cuyo nombre yo estudié en los textos escolares.
También me sentí, que es lo esencial, más apegado a mi pueblo cuando conocí en amarillentas lecturas sus vínculos con el mambí de las tres guerras, oriundo de Remedios. Si toda esa crónica local, si todos esos valores se me hubieran impartido allí, en mi pueblo, mi conciencia cubana habría sido más raigal, más palpable. Porque qué lejanos me parecían Demajagua, Baraguá, Baire, Las Guásimas, Jimaguayú, la calle Paula, el Castillo de la Punta, privilegios de orientales, camagüeyanos y habaneros que nacían o morían en sitios con tanto eco glorioso.
Mi pueblo, sin embargo, poseía también su privilegio histórico. Había entregado su aporte a la nación. Pequeño, pero propio. Ahora ya no me avergüenza que mi villorrio natal apenas se aprecie en el mapa junto a Remedios. Mi mapa histórico es, en mi conciencia, más profundo. Parte de aquella aldea de tres o cuatro calles y casas de madera y tejas, cuyo origen radica en unos mangos insurrectos y se agranda con la presencia de Camilo Cienfuegos y una conferencia azucarera en 1958.
¿Es mucho decir que la identidad nacional brota, se apuntala, se consolida en la historia local? La gente ha de saber que en el sitio por el cual entró en la vida y donde asimiló los amores y valores primeros y decisivos, o donde reside, vivieron antes otros seres que añadieron pensamiento y acción fundacionales a viviendas y paisajes. El pasado del lar municipal no está vacío. Uno habita en el vacío que antes colmó otro. Soy, en cierto sentido, por aquel que es mi vecino y antecesor en la tradición. Mi semilla.
El ombligo de la historia y la cultura no exhibe su oquedad en el abdomen del último, sino en el del primero. El cordón avanza hacia atrás. Y a él debo el perfil iniciático. Aunque a veces lo olvide culposamente.
Hace mucho escribí un artículo argumentando la idea de que los héroes de la patria pueden morir dos veces. La primera, como sabemos, el día en que saltan sobre el tiempo y se mudan a la Historia. La segunda vez, cuando… nosotros los matamos. ¿Y hay acaso pueblos asesinos de sus héroes?
Escribo figuradamente. Pueblo que maltrata su historia se desintegra, porque demuele los bloques sobre los cuales halla solidez, figura y tamaño. Pero morir o dar muerte no son conceptos unívocos. ¿No decimos acaso: estoy muerto en vida? Y cuando la tropología popular inventó esa metáfora sabía la relatividad del no ser, que es la muerte. Y uno puede no ser siendo, si vive deprimido, descreído, sin acicates que diversifiquen y coloreen los impulsos interiores.
Los héroes, pues –y me refiero a los personajes decisivos de la Historia-, pueden morir otra vez sin que haya que repetir el acto físico de extirparles la vida. Los matamos cuando los alejamos de los vivos, cuando los representamos descalzados de sus botas humanas, descontaminados de imperfecciones. Hace años hablaba de estas ideas con Humberto Ballesteros, en aquel instante joven historiador de Jagüey Grande, y hoy convertido en un recuerdo que ahora reavivo, porque aún me agobia la inconformidad con su prematura muerte, hace ya también más de una década. Su recuerdo es quizás la ración de añoranza que introduzco en estas líneas tan raras. Ballesteros no siempre estaba de acuerdo con cuanto yo escribía en Bohemia, pero en esa charla –un día cuando me le aparecí en Jagüey para colectar datos sobre el naufragio del Valvanera, que yo supe que él poseía- coincidimos sin polemizar. Coincidimos en que los héroes, para que sean de verdad propuestas morales, han de dibujarse en toda su dimensión de hombres capaces de errar, pero capaces igualmente de erguirse sobre el error y responder en hora a las exigencias de su momento.
Y Ballesteros ejemplificaba el concepto contándome una experiencia entonces muy reciente. Hablaba de Antonio Maceo a alumnos de una secundaria básica del Plan Citrícola de Jagüey Grande. Y fue silueteando el perfil maceico… Expuso en verdad: colérico, ético, a veces injusto, valiente. Lo bojeó en la integridad de un hombre a quien nada humano podía hacerle ajeno, como definió desde la antigüedad latina la resobada sentencia de Terencio. Y al finalizar, el profesor preguntó: ¿No sería más fácil ahora intentar ser como Maceo?
-Sí, profesor; ahora es un hombre.
Y del brazo de un hombre que respiró el aire que más tarde respiré, de mi General Carrillo ando por las avenidas de la historia de mi país.
viernes, 9 de julio de 2010
ERROR CON ERROR SE PAGA
Por Luis Sexto
No sé cuándo quise responder la pregunta de por qué el hombre tropezaba dos veces con la misma piedra. Creo haber dicho que tropezaba porque desconocía las lecciones del pasado o porque… quería. Claro, me basaba en esa verdad que circula convertida en una frase latina: Errare humanum est. Es decir, que es propio del ser humano equivocarse, pero equivocarse dos veces en el mismo terreno, en el mismo asunto… Ah, ya eso es algo más que equivocarse.
Lo pienso ahora como lo pensé hace meses. Y regreso al tema, porque recientemente le oí decir a cierta persona que en Cuba estábamos acostumbrados a trabajar sobre el error. Lo decía con seriedad. Y no con ánimo de crítica, sino aceptando que esa era nuestra norma, nuestro método. Equivocarnos y tratar de rectificar. No resulta esa, desde luego, mala política. Uno yerra y corrige el error. Saludable. Justo. Lo que ocurre es que el contexto en que tan filosófico aspecto se ventilaba, admitía que habitualmente se corregía el error… con otro error.
Así el problema cambia de faz. Y lo que se apreciaba como un rostro amable, se transforma en la cara arrugada, repulsiva, de la bruja de Blanca Nieves, o en la del novelístico Retrato de Dorian Gray, el libro de Oscar Wilde, cuyo personaje, en un pacto con el diablo, se mantenía joven, pero su retrato adquiría las arrugas de todos sus yerros y pecados. Al final, podemos imaginar aquella pintura. Espantaba. ¡Cuánto mal había hecho aquel sujeto en su perdurable juventud! Su historia se resumía en un error sobre otro error.
No quisiera admitir que por algunas esquinas de nuestra patria pululan los retratos de Dorian Gray. Esos que rectifican a ojo pelado, siguiendo imperativos cuya ejecución es inmediata, sin pretextos, burocráticamente ordenada y burocráticamente ejecutada. Y la película filma y filma metros de cinta sin cambiar de imagen: Hoy corriges aquello que hiciste mal, y mañana, cuando se hace necesario rectificarlo, actúas cañoneando la razón en una segunda vuelta. Y la noria gira, gira, gira…
El hombre, pues, tropieza dos veces con la misma piedra, porque ignora las lecciones de la historia, la experiencia, la ciencia, o porque desea equivocarse; le importa poco el gasto, que al fin él no paga, y solo le interesa cumplir a cualquier costo. Lamentablemente, todo esto no significa la trama de una novela o el guión una película. Es verdad. La mentalidad burocrática nos empuja, incluso, a no tener en cuenta a la gente. ¿Que hace daño? ¿Que la solución de un problema molesta a los vecinos? Bueno, no estamos para reparar en exquisiteces. Ah no, compañero; los molesta porque hace diez años, cuando se construyó esto, ya los molestaba; ahora, con la solución, se agrava la molestia. ¿O cree usted que es solo un capricho, un preciosismo vecinal? Tenga en cuenta que aquello violó las leyes sobre el medio ambiente, y que esto otro, el llamado mejoramiento, las sigue violando, y los vecinos han sufrido perjuicios y los seguirán, ahora sufriendo. En suma, dos perjudicados: leyes y ciudadanos. Y también la racionalidad de la economía y de lo social. ¿Adónde vamos a parar?
Ojalá que no sea verdad. Pero lo es. Es un filme, más que realista, real, aunque yo lo exponga figuradamente, como en neblinas.
jueves, 1 de julio de 2010
CRONISTAS DEL NUEVO TIEMPO
Por Jesús Arencibia Lorenzo
«El gran periodismo, es decir, el verdadero y el único, realiza el milagro de perpetuar lo efímero». Tal vez esta frase del insigne profesor Raimundo Lazo haya sido la brújula de las estudiantes Donarys Cruz Cruz y Leydi Torres Arias para emprender sus tesis de licenciatura como periodistas, en la Universidad Central de Las Villas «Marta Abreu» (UCLV).
Los trabajos de diploma, titulados: «Un análisis discursivo de la sección Abrecartas escrita por Guillermo Cabrera Álvarez en Granma en el contexto de Período Especial en Cuba (1994-1998)» y «La vida en crónicas. Análisis de contenido de la vida de Luis Sexto en Crónicas en Primera persona», ahondan en el quehacer profesional de dos de los paradigmas de la prensa nacional en las últimas décadas.
Guillermo (1943-2007), El Guille, o el Genio, apodo que le colocó el Comandante en Jefe Fidel, marcó pautas intelectuales de altura en medios como las revistas Mella y La Calle y los diarios Juventud Rebelde (JR) y Granma; de este último fue subdirector editorial.
«Abrecartas», sección a su cargo el órgano del Partido Comunista Cubano, constituyó un apartado de correspondencia particularmente agudo y reflexivo, que conectó a la publicación con sus públicos. El discurso de este espacio emplea «proposiciones críticas y reflexivas. El acontecer del cubano y sus inquietudes relacionadas con el Período Especial se enfocan desde un punto de vista analítico e interpretativo», apunta Donarys en las conclusiones de su investigación. El maestro de periodistas utiliza estos abordajes pues «a pesar de las carencias y dificultades, existían insuficiencias administrativas y organismos que obstaculizaban la solución de los problemas».
Era como si constantemente Guillermo dialogara con sus lectores, destacó en su exposición la estudiante de la UCLV. Y esta cualidad, precisamente, fue la que hizo tan relevante su incursión posterior en otros medios, como la que de 2001 a 2007 mantuvo en «Tecla Ocurrente», popular sección del Diario de la Juventud Cubana.
Y si de de puente con las audiencias hablamos, es notable el que ha desarrollado durante su carrera el periodista y profesor Luis Sexto (1945). Destacado reportero y columnista de medios como el deportivo Listos para Vencer (LPV), la revista Bohemia y el propio JR, Luis ha sido además, maestro de generaciones en la Universidad de La Habana.
A su sapiencia se deben varios títulos para la docencia como Periodismo y Literatura. El arte de las alianzas (2006) y Asunto de Opinión (2009), ambos de la Editorial Pablo de la Torriente Brau.
Leydi Torres ahondó en las huellas vitales del escritor en su espacio fijo de crónicas en JR. Pues Luis, aunque ha transitado con elegancia estilística y hondura filosófica por todos los géneros de la profesión, posee dotes relevantes que lo emparientan con los mejores cronistas cubanos.
«En las remembranzas de su vida, Luis Sexto demuestra ser un excelente narrador. Recrea el ambiente, imbrica al lector en las calles habaneras, lo traslada a conocer a personalidades de la cultura cubana. Mediante la narración en primera persona transmite emociones, tristezas, filosofía de vida…Se auxilia de la anécdota para compartir sucesos que pudieran ocurrirle a otros y que reflejan además rasgos de la sociedad», señala la novel investigadora santaclareña en el colofón de su estudio.
Las tesis de Periodismo en la universidad central del país en 2010 —cuyas defensas concluyen esta semana— han incluido estudios sobre los titulares y la fotografía en el periódico cienfueguero 5 de Septiembre; la recepción del semanario Vanguardia, de Villa Clara; el desarrollo de la radio en Caibarien y el discurso de la revista Cine Cubano.
A las exposiciones han asistido personalidades y directivos de la prensa como el vicepresidente de la Unión de Periodistas de Cuba, Antonio Moltó Matorell, y la profesora Miriam Rodríguez Betancourt, Premio Nacional de Periodismo (2010).
A juicio de varios profesionales, aún falta mucho en el camino de integración de las investigaciones universitarias y las rutinas diarias de los medios nacionales.
«Solo el futuro nos aprueba o desaprueba toda la letra que, siendo cronistas de nuestro tiempo –como nos llamó Carpentier- vamos dejando al mandato de una vocación rápida e inquieta, incómoda e ingrata a veces. Si en verdad servimos, algo de lo nuestro saldrá de la endeble papelería de las bibliotecas y todavía ofrecerá sugerencias de juicio y de estilo al futuro», afirmó Luis Sexto.
Con la vista en ese horizonte se graduarán el próximo día 16, Donarys, Leydi y los demás muchachos del centro de la Isla que pronto oxigenarán con nuevas rebeldías las redacciones de los medios cubanos.
«El gran periodismo, es decir, el verdadero y el único, realiza el milagro de perpetuar lo efímero». Tal vez esta frase del insigne profesor Raimundo Lazo haya sido la brújula de las estudiantes Donarys Cruz Cruz y Leydi Torres Arias para emprender sus tesis de licenciatura como periodistas, en la Universidad Central de Las Villas «Marta Abreu» (UCLV).
Los trabajos de diploma, titulados: «Un análisis discursivo de la sección Abrecartas escrita por Guillermo Cabrera Álvarez en Granma en el contexto de Período Especial en Cuba (1994-1998)» y «La vida en crónicas. Análisis de contenido de la vida de Luis Sexto en Crónicas en Primera persona», ahondan en el quehacer profesional de dos de los paradigmas de la prensa nacional en las últimas décadas.
Guillermo (1943-2007), El Guille, o el Genio, apodo que le colocó el Comandante en Jefe Fidel, marcó pautas intelectuales de altura en medios como las revistas Mella y La Calle y los diarios Juventud Rebelde (JR) y Granma; de este último fue subdirector editorial.
«Abrecartas», sección a su cargo el órgano del Partido Comunista Cubano, constituyó un apartado de correspondencia particularmente agudo y reflexivo, que conectó a la publicación con sus públicos. El discurso de este espacio emplea «proposiciones críticas y reflexivas. El acontecer del cubano y sus inquietudes relacionadas con el Período Especial se enfocan desde un punto de vista analítico e interpretativo», apunta Donarys en las conclusiones de su investigación. El maestro de periodistas utiliza estos abordajes pues «a pesar de las carencias y dificultades, existían insuficiencias administrativas y organismos que obstaculizaban la solución de los problemas».
Era como si constantemente Guillermo dialogara con sus lectores, destacó en su exposición la estudiante de la UCLV. Y esta cualidad, precisamente, fue la que hizo tan relevante su incursión posterior en otros medios, como la que de 2001 a 2007 mantuvo en «Tecla Ocurrente», popular sección del Diario de la Juventud Cubana.
Y si de de puente con las audiencias hablamos, es notable el que ha desarrollado durante su carrera el periodista y profesor Luis Sexto (1945). Destacado reportero y columnista de medios como el deportivo Listos para Vencer (LPV), la revista Bohemia y el propio JR, Luis ha sido además, maestro de generaciones en la Universidad de La Habana.
A su sapiencia se deben varios títulos para la docencia como Periodismo y Literatura. El arte de las alianzas (2006) y Asunto de Opinión (2009), ambos de la Editorial Pablo de la Torriente Brau.
Leydi Torres ahondó en las huellas vitales del escritor en su espacio fijo de crónicas en JR. Pues Luis, aunque ha transitado con elegancia estilística y hondura filosófica por todos los géneros de la profesión, posee dotes relevantes que lo emparientan con los mejores cronistas cubanos.
«En las remembranzas de su vida, Luis Sexto demuestra ser un excelente narrador. Recrea el ambiente, imbrica al lector en las calles habaneras, lo traslada a conocer a personalidades de la cultura cubana. Mediante la narración en primera persona transmite emociones, tristezas, filosofía de vida…Se auxilia de la anécdota para compartir sucesos que pudieran ocurrirle a otros y que reflejan además rasgos de la sociedad», señala la novel investigadora santaclareña en el colofón de su estudio.
Las tesis de Periodismo en la universidad central del país en 2010 —cuyas defensas concluyen esta semana— han incluido estudios sobre los titulares y la fotografía en el periódico cienfueguero 5 de Septiembre; la recepción del semanario Vanguardia, de Villa Clara; el desarrollo de la radio en Caibarien y el discurso de la revista Cine Cubano.
A las exposiciones han asistido personalidades y directivos de la prensa como el vicepresidente de la Unión de Periodistas de Cuba, Antonio Moltó Matorell, y la profesora Miriam Rodríguez Betancourt, Premio Nacional de Periodismo (2010).
A juicio de varios profesionales, aún falta mucho en el camino de integración de las investigaciones universitarias y las rutinas diarias de los medios nacionales.
«Solo el futuro nos aprueba o desaprueba toda la letra que, siendo cronistas de nuestro tiempo –como nos llamó Carpentier- vamos dejando al mandato de una vocación rápida e inquieta, incómoda e ingrata a veces. Si en verdad servimos, algo de lo nuestro saldrá de la endeble papelería de las bibliotecas y todavía ofrecerá sugerencias de juicio y de estilo al futuro», afirmó Luis Sexto.
Con la vista en ese horizonte se graduarán el próximo día 16, Donarys, Leydi y los demás muchachos del centro de la Isla que pronto oxigenarán con nuevas rebeldías las redacciones de los medios cubanos.
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